En el Sevilla tiemblan las piernas nada más que alguien insinúa un nuevo cambio en el banquillo, como si se estuviese relatando una especie de maldición a la que nadie es ajeno. Entre el parón de octubre y el que ahora empieza de noviembre ha competido el conjunto de Nervión con su nuevo entrenador, un Diego Alonso que no conoce la victoria ante adversarios de su nivel, es decir, en Liga y Champions. Cuatro empates en la competición doméstica (tampoco pierde) y dos derrotas en Europa (ambas contra el Arsenal). Sí ganó el trámite copero, como el resto de clubes de Primera. Es decir, no ha existido reacción por parte del equipo al relevo en el banquillo. Se ha pasado de un Mendilibar al que se le achacaba que ganaba poco a otro que no lo hace nunca. El problema cada día es más serio. Y la alarma no está del todo encendida porque hay equipos en mayores problemas que los sevillistas.
Por todo ello, la figura de Diego Alonso sigue adelante en el Sevilla. Es decir, el club no se va a sentar para sentenciarlo, ya que las valoraciones son distintas dependiendo del despacho en el que se pregunte. Víctor Orta ha elegido al uruguayo y muy fea se debe poner la situación para que acepte un nuevo cambio de entrenador. En la puerta de la directiva hay sensaciones encontradas. Se entiende que el nuevo técnico necesita más tiempo para que su idea vaya cuajando, pero sin victorias el clima nunca ayudará a que los jugadores se suelten y se pueda ver en realidad qué está aportando Alonso al Sevilla. De momento, poco. Distinto estilo de juego, pero infructuoso. La otra sensación de quien manda es que la temporada comienza a parecerse demasiado a la pasada. Y existe miedo real a haber competido exactamente los mismos errores en el banquillo.
Esa "paciencia" a la que hace unos días hacía referencia el presidente o ese "legado" del que habla el director deportivo sólo se pueden sostener si el Sevilla levanta el vuelo. Y el mes de diciembre se asoma como clave, ya que, además de la obligación de conseguir victorias en Liga, los sevillistas se la juegan en Europa. Dos victorias le meten en octavos de la Champions, pero un empate o derrota ante el PSV le deja prácticamente fuera de todo. Una moneda al aire. Como esa apuesta por Diego Alonso, ya discutida por una afición del Sánchez-Pizjuán, que se ha puesto en modo curso pasado, sabiendo que le tocará sufrir. El equipo está peor que hace un mes cuando Mendilibar salía por la puerta de atrás. El entrenador charrúa aún tiene crédito y, sobre todo, quien le respalde. Puede tratarse de un espejismo. Necesita ganar partidos desde ya.