Josele Ballester, el último talento de la factoria española, aún en categoría amateur, un futuro por delante deslumbrante, terminó el primer o con el Masters de Augusta con algún rasguño. Firmó 76 golpes, cuatro sobre par, tarjeta estropeada por la avería del hoyo 5 (triple bogey), en una jornada lentísima, de 5 horas y 25 minutos de juego.
Estaba el chico, 21 años, en la mañana fresquita algo ansioso, pero feliz. Con ganas de meter el segundo birdie antes que el primero. Segundos antes de las 10.15 se asomó, en medio de un pasillo humano, a testar por última vez cómo era la calle del hoyo 1 como el que mira Estafeta abajo para ver si llegan los astados cualquier día de comienzos de julio. Quería pegar ya, aunque ese honor le correspondía primero a Scottie Scheffler por ser el campeón de 2024.
La espera del jueves había sido larga. Con 95 jugadores en el campo, ocho zurdos, un récord, todo se había adelantado y había ensanchado el día. Hasta el golpe de honor de las leyendas Nicklaus, Watson y Player se había acelerado media hora respecto a las tradicionales 8 am. Más tiempo para el espectáculo y para el negocio. La tienda, la que factura 70 millones de dólares en una semana, estaba a reventar. Para la tarde no quedaría ni un peluche. El día que decidan vender las tapas de las alcantarillas las agotan seguro.
"Pero había descansado bien, mucho mejor mentalmente que cuando debuté en los grandes hace dos años en el British que estuve nervioso. Había practicado bien y disfruté mucho de la llegada al tee del 1", contaba ufano, sin amedrentarse porque jugaba al lado del número 1 mundial. "No tengo tanto que envidiar de él. Por experiencia, conocimiento del campo, etc.., que ahí yo estoy muy verde, marca la diferencia. También porque no falla en los greenes. Ha hecho una vuelta impoluta. Pero de tee a green no me veo tan lejos", contó con el descaro de las últimas generaciones que no ven límites.
Josele, que había llegado casi hasta el tee con los airpods puestos escuchando "Pasiempre, una canción que me trae buenos recuerdos del US Amateur y siempre me la pongo", dio un golpe soberbio, pero se le complicó la vida. Falló por poco el segundo tiro y se tradujo en un bogey. No ha llegado a Augusta con el juego alrededor del green fino y eso es una sentencia de muerte en este campo. Se le vieron las costuras en el hoyo 5 (par 4), donde le salió un filazo con el cuarto golpe que lo enterró en el bunker. Salió de ahí con un 7, triple bogey. Para su fortuna, en el siguiente hoyo, logró por fin un birdie.
El putt le restó lucidez a los primeros nueve hoyos, que acaban delante de la casa club. "Me hubiesen gustado algunos consejos de los españoles también en estos primeros hoyos", había lamentado el campeón del US Amateur. Cerró esa media vuelta en 40 golpes, como Tiger Woods el año que ganó su primer Masters. Mereció menos lastre. A su lado, Scheffler tiraba 33, igualando el tanteo más bajo de un defensor del título, y pasó a liderar el Masters. Acabaría al final con 68 golpes, como el canadiense Corey Conners, los mejores del turno de la mañana.
El de Castellón alcanzó el Amen Córner, los hoyos 11, 12 y 13, el rincón más especial del deporte. Pagó peaje en el primero, otro bogey, que se sacudió con un brillante putt en el par 3 del estanque. En el par 5 que abandona la mágica esquina no logró otro por muy poco, después de ganarse una ovación en una divertida anécdota. "Me entraron ganas de hacer pis y no sabía que había un baño allí, asi que me metí entre los árboles. Cuando escuché los aplausos pensaba que era por Justin o Scottie, pero no". El joven no fue consciente de la solemnidad que preside cada gesto en Augusta. Orinar en el Rae's Creek, el arroyo que protege ese green, un gesto absolutamente cándido, generó titulares en la prensa de inmediato sin saber si habrá respuesta de la organización.
De ahí al final, tiró para birdie, sin premio en un campo que, con algo de viento, rachas de 26 km/h, no estuvo inexpugnable. Permitió por ejemplo que Fred Couples, en edad de jubilación (65 años), se convirtiese en el segundo jugador de la historia en jugar bajo par a esa edad. Setenta y un golpes como Tom Watson, en 2015. Para el recuerdo dejó un eagle desde 175 metros. De genio.
"Estoy convencido de que puedo pasar por el corte, porque estoy jugando bien", expuso Ballester. "He tenido dos errores al principio y luego algo de mala suerte en el hoyo 5 porque tras el drive se me quedó muy mal colocado casi pegado al bunker, no tenía posición y apenas le di 20 metros. Luego es cierto que pegué un malísimo cuarto golpe y fue cuando dije 'guau, vaya día'. Por suerte al siguiente hoyo di un gran hierro y me serené".
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