Tommie Smith (06/06/1944) es un icono. Es un pionero. Con un gesto tan sencillo pero tan poderoso, el corredor estadounidense de los 200 metros, junto con su compañero de equipo John Carlos, plantó cara a la opresión sistémica la opresión que sufría la comunidad negra en Estados Unidos en el sigo XX. Su saludo del 'Black Power', como llegó a conocerse, cambió la historia del atletismo y del movimiento por los derechos civiles.
Para entender el gesto, hay que entender al hombre. El atleta Tommie Smith estuvo expuesto a la discriminación desde que tiene uso de razón. Al haber crecido en Clarksville (Texas), el medallista de oro tuvo que enfrentarse desde su más tierna infancia a una epidemia de racismo en una zona predominantemente blanca. "Mi joventud fue dura, una lucha. Trabajaba en los campos de algodón", recuerda en una entrevista con MARCA en los Juegos Olímpicos de París. Smith nació en una familia pobre. Tenía 11 hermanos, pero a pesar de las luchas diarias a las que le obligaban injustamente el color de su piel y la inestabilidad económica, logró sobresalir en sus clases de educación física en la escuela y más tarde en la Universidad Estatal de José, California, donde sería convocado para los Juegos Olímpicos de 1968 en Ciudad de México.
Hace 56 años, mientras miles de aficionados abarrotaban el estadio de la capital mexicana antes de la final de los 200 metros lisos, nadie podía esperar -quizá ni siquiera el propio Tommie- lo que estaba a punto de suceder y el impacto que tendría en el mundo del atletismo, el deporte en general y el movimiento por los derechos civiles. Las acciones del velocista resultan aún más asombrosas si se tiene en cuenta la turbulencia política de la época. El año anterior al acontecimiento deportivo estuvo plagado de inestabilidad y agitación social. El movimiento por los derechos civiles se había visto sacudido por el asesinato del Dr. Martin Luther King Jr. y Kennedy había sido tiroteado. Estados Unidos era una bomba a punto de estallar y provocar una conmoción civil sin precedentes.
"Si hablas, siempre existe la posibilidad de que no le gustes a la gente, así que mucha gente opta por la opción fácil y se calla y se mantiene al margen. Pero así es la vida, así es el mundo real, y a veces hay que actuar," medita Tommie. "Yo era una persona un poco rara, anteponía a los demás a mí mismo, y con el Proyecto Olímpico de Derechos Humanos, nuestro objetivo era intentar que se abandonara la escena del racismo".
Su inquebrantable dedicación a la causa le llevó a arriesgar su propia vida por el bien de la comunidad negra. Tras correr los 200 metros lisos y establecer un nuevo récord mundial de 19,83 segundos en la disciplina -fue también la primera vez que se superó oficialmente la barrera de los 20 segundos-, Smith subió al podio. Lo que vino después cambiaría su vida para siempre.
Llevaba un pañuelo negro -en referencia a los linchamientos de negros en Estados Unidos-, calcetines negros y no llevaba zapatos. Con un guante negro, él y Carlos levantaron sus puños cerrados en el aire. Era un llamamiento a la comunidad negra para que se uniera y se levantara contra la opresión sistémica y el racismo.
"Esta es la realidad de la vida para nosotros, especialmente en 1968, y queríamos poner un poco de amor en la vida", dice sonriendo, a pesar de la abrumadora adversidad a la que tuvo que enfrentarse tras el suceso. A nivel personal, el mundo de Tommie se puso patas arriba. El entonces presidente del COI, Avery Brundage, condenó públicamente sus acciones, y uno de sus representantes las describió como "una violación deliberada y violenta de los principios fundamentales del espíritu olímpico". Además, los dos atletas fueron suspendidos del equipo olímpico estadounidense. Años más tarde, Smith también sería expulsado de la competición por el Comité Estadounidense y, en consecuencia, se perdería los Juegos Olímpicos de 1972 en Múnich. Acabó convirtiéndose en profesor y entrenador de atletismo durante el resto de su carrera.
"Esta es la dura realidad de la vida", explica Tommy. "Me afectó mucho, me lo quitó todo, pero era lo más importante. Tenía que hacerlo. Pero ahora hay un movimiento que surgió de lo que empezamos entonces. Hemos llegado a otros atletas, y son conscientes de quién era yo y de lo que hice. En ese sentido, creo que hemos influido en el proceso de pensamiento de los atletas, en su forma de pensar e incluso de comportarse. Y eso es lo que cuenta".