Cuesta asumir que Rudy Fernández no volverá a jugar al baloncesto de manera profesional. La derrota de la selección ante Canadá (88-85) en la última jornada de la primera fase del torneo olímpico eliminó a España y, de paso, puso fin a la carrera del gran capitán, que el día que cumplió 39 años anunció que estaba ante sus últimos partidos como profesional. Un triste desenlace para sus sextos Juegos, el único jugador en la historia que ha alcanzado esa cifra. Sólo estar, sin embargo, ya eran un gran colofón a una trayectoria inigualable.
Rudy se marcha como el jugador con más partidos internacionales con España (266 con el de este viernes), 11 medallas (dos platas y un bronce olímpicos, dos oros mundiales, cuatro oros europeos, una plata y un bronce) y es el único jugador que ha tenido presencia en todos los títulos de la selección. Un talismán que ganó los seis oros del baloncesto masculino español.
El alero debutó con el equipo absoluto en 2004. Lo hizo en su Palma natal, en un amistoso ante Croacia. Después llegarían los Juegos de Atenas. Los seis en los que ha participado han sido especiales, pero aquellos lo fueron por ser los primeros y compartir la experiencia con su hermana Marta.
La reconversión de su juego
Del novato de entonces al veterano de los últimos años. Del joven que volaba para consumar los alley-oops de sus compañeros o machacar sobre Dwight Howard al experimentado jugador que hizo más perimetral su juego por culpa de sus problemas de espalda. Una reconversión como se han visto pocas en el baloncesto mundial. Antes y después, siempre, defensor excelso.
Han sido dos décadas vestido de rojo en las que sólo se perdió un verano. Compromiso absoluto con la selección, liderando siempre con el ejemplo, sobre todo recientemente, como en el inesperado éxito del Eurobasket de 2022. Los últimos años no han hecho más que agrandar una figura reconocida en el baloncesto mundial. Es la retirada de un mito, una figura indispensable para entender el deporte de la canasta en España a nivel de clubes y de selección. Cuesta asumir que es su despedida y que no volverá a jugar.
