MOTOR
Dakar

"Levántate y anda"

Albert Llovera relata una hilarante historia que pone de relieve que en el Dakar también te lo puedes pasar en grande fuera de la pista

Albert Llovera, con su clásica actitud positiva.
Albert Llovera, con su clásica actitud positiva.PACO LARGO
Actualizado

Ya me conocéis, me gusta disfrutar de todo lo que hago y reírme de todo en la vida, incluso de mis limitaciones (la paraplejia) si se da el caso. En el Dakar me ha pasado de todo en pista, como os podéis imaginar porque llevo unos cuantos, pero os voy a contar una cosa con la que nos reímos mucho en su día. Porque el Dakar se lleva mejor si te lo pasas bien y te ríes de todo.

En cada campamento yo duermo en una tienda de campaña grande, un poco adaptada para mis necesidades especiales. Y la comparto normalmente con Margot, mi sobrina y antes con mi osteópata, Jordi Zaragoza, que ahora está en KTM y que es el protagonista de las risas compartidas. Era en el primer Dakar árabe, en 2020 (el año de Fernando Alonso) y teníamos la tienda montada de esta manera: las camas de cada uno a un lado y, en el centro, la camilla de los masajes. 

Llovera, en el Dakar 2017.
Llovera, en el Dakar 2017.

Como pasa con los periodistas, nosotros también dormimos en sacos de dormir, que si ya son incómodos para alguien con plenas facultades físicas, imaginaos para mí. Aquella noche, como suele pasar en Arabia, hacía frío, pero en este caso mucho frío. Me desperté en plena noche temblando de frío, como a las 3 de la madrugada. Mi saco era de color naranja, lo recuerdo porque parecía una salchicha Frankfurt metido dentro. Me moví un poco por el frío y me caí de la cama, que realmente era un plegatín de los del Decathlon. Me quedé en el suelo boca abajo así que no podía sacar ni los brazos ni nada, estaba totalmente inmovilizado…

Claro, en esa situación lo que hice fue llamar a Jordi. Le dije… “¡Socio, Socio... Jordi!” para que se despertara. Y en estas que lo oye, se levanta de un salto… yo le veía que miraba mi cama y tenía la cara desencajada porque claro, yo no estaba allí. De hecho, me había caído justo debajo de la camilla de masaje y no podía verme. Tenía una cara de susto… Pero la risa fue que después de mirar varias veces mi cama, luego miraba mi silla… y se volvió a mirar la puerta de la tienda, como si me hubiese levantado y me hubiese ido corriendo. Yo que lo vi le solté: “No tío no, que no hay milagro, que esto no es Lourdes”. Todo esto evidencia que en el Dakar te lo puedes pasar en grande y divertirte... y no sólo en la pista.

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