Cuando Lamine Yamal se ríe de Van der Vaart por criticarle, es "madurez precoz". Cuando Raphinha dice que le van a dar una paliza a Argentina, es "sano pique futbolero". Pero si Vinícius Junior dice algo parecido, se convierte en "provocador", "chulo" o "mal ejemplo para los niños". Curioso, ¿no?
Aquí no se castiga lo que se dice, sino quién lo dice. Si eres simpático, te aplauden. Si caes mal, te linchan. Y Vinícius cae mal, se lo ha ganado, pero lo justo es mirar con las mismas gafas comportamientos como el del capitán de Brasil y el Barcelona, que sin venir a cuento y solo por fanfarronear con una leyenda, calienta un clásico ya de por si tenso.
Es fascinante ver cómo el relato se acomoda según conviene. Si lo hace un jugador de “los nuestros”, es folklore. Así que sí, a mí también me gusta que haya fuego, respuestas y atrevimiento. Pero el doble rasero es tan descarado que ya hay gente que ni se esfuerza en disimularlo. Al final, lo de siempre: no es el qué, sino el quién. Si vas a permitir la provocación, elige: o todos o ninguno. Porque lo de ahora ya no es opinión. Ojalá no pase nada en El Monumental pero reír las gracias a jugadores por incendiar un ambiente ya caldeado, no es buena idea. Lo haga Raphinha o o haga Vinicius. Lo haga Nico o lo haga Lamine.
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