Pocos géneros han envejecido tan bien como el cine de acción. En un mundo donde al thriller se le pide giros más arriesgados a la par que verosímiles, a la ciencia ficción que se acerque a la épica de la fantasía pero manteniendo su esencia científica o al romance que involucre a todos los públicos posibles, el género de acción se aleja de cualquier pretensión y sus películas quieren seguir siendo "una de peleas" o "una de disparos". Y cuanta más munición, mejor.
Solo hay que echar un vistazo a una de las últimas grandes apuestas de Netflix, 'Estragos', protagonizada por Tom Hardy y que ya se ha colado entre lo más visto de la plataforma. Poco más de hora y media de acción, con más disparos que líneas de diálogo, litros de sangre -descaradamente falsa en algunos planos- para llenar una piscina olímpica y escenas violentas por doquier.
Qué fue de Tom Hardy
Mención especial para la traca final de la que estaría orgulloso el jefe del principal gremio de artificieros, con una secuencia donde la película saca todo su músculo: barra libre de proyectiles y balas para desgracia del decorado (no se veía una puntería igual desde los stormtroopers) y una pequeña ración de peleas cuerpo a cuerpo. Muy posiblemente, esta sería la parte del rodaje que más disfrutó Tom Hardy, que hace tiempo que perdió la pasión por el cine, pero no por su gran afición, las artes marciales.
El británico, cinturón azul en jiu-jitsu brasileño y que practica de forma habitual otros deportes de o como el boxeo o el muay thai, lleva años sintiéndose más cómodo en el tatami o en el ring que ante las cámaras. Poco queda de ese actor versátil capaz de dar vida a un imponente Bane, un heroico piloto de la Segunda Guerra Mundial, un forajido de un alocado mundo postapocalíptico o al más desalmado de los asesinos. Pero quién quiere refugiarse en el brillante pasado cuando tienes delante más de 90 minutos de acción desenfrenada.
En medio del festival de explosiones y golpes que ofrece 'Estragos' ('Havoc' es el título original), hay un pequeño hueco para una trama que mezcla la política con la corrupción policial y los bajos fondos de una ciudad como Nueva York. Mafias, bandas callejeras, agentes que han traicionado a sus principios y una carrera electoral como telón de fondo, que lógicamente, acaba bastante agujereado con tanta bala. En el mismo estado ruinoso termina el arco de redención del personaje de Tom Hardy, que se nos presenta como alguien atormentado por su pasado y su compleja relación familiar, un trasfondo interesante que acaba enterrado bajo toneladas de balas, casquillos y metralla, que es en definitiva de lo que va la película.
Netflix sabe que no todo va a ser 'Adolescencia'
Y es que pese a la enigmática frase final previa a los créditos, la cinta cumple lo que promete con una sucesión de escenas de acción de las que aceleran el pulso. Netflix lo sabe y el público, que no siempre puede entregarse en alma a fenómenos más reflexivos como 'Adolescencia', da la razón a la compañía, que añade una nueva pieza de bisutería a su inmenso catálogo de películas perfectas para pasar el rato.
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