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Bernini hizo las esculturas más bellas. La mejor estatua en el balonmano la realiza Gonzalo Pérez de Vargas. El portero de la selección española y del Barcelona ha adoptado recientemente una nueva estrategia en los penaltis que le está dando un excelente resultado, como se comprobó en el partido contra Polonia, donde detuvo tres lanzamientos de siete metros (60%). En este Mundial presenta una eficacia del 50% en ese lance, la más alta de los porteros.
Su peculiaridad reside en la posición que adopta Gonzalo ante el lanzador: piernas abiertas, brazos extendidos a distinta altura y, lo que le diferencia, inmóvil, como un José Tomás del balonmano. Cuando se produce el lanzamiento, un corto movimiento de uno de sus brazos lo desvía.
Lo presentó hace un mes en el partido de la Liga de Campeones contra el Aalborg danés, en el que detuvo así tres penaltis, dos de ellos ¡a Mikkel Hansen! En vista del resultado mantiene el procedimiento, con el éxito comprobado en este Mundial. "Parto un poco de mi forma de parar. Una de mis cualidades es la velocidad y rapidez de reacción. Empecé a hacerlo de manera natural y continuada hace poco más de un mes en la Champions. Coincidía en que había entrado bastante en el partido y me encontraba con bastante confianza. Lo he seguido haciendo porque da resultado, me siento cómodo y da menos pistas a los lanzadores", explica Gonzalo.
Parto un poco de mi forma de parar. Una de mis cualidades es la velocidad y rapidez de reacción. Empecé a hacerlo de manera natural y continuada hace poco más de un mes en la Champions
Habitualmente, posturas hieráticas como la suya corresponden a porteros de casi dos metros, que cubren mucha portería, mientras que los que rondan el 1,90 o no llegan a esa estatura suelen moverse de un lado a otro y agitan las extremidades para confundir al lanzador e intentar suplir su menor envergadura. El español (1,90) rompe los cánones. "La portería ya no es cuestión sólo la envergadura y la altura, sino de quién está en ella. Cuando un jugador está en cuatro metros y Gonzalo en siete, Gonzalo se hace muy grande. La inseguridad de lanzar ante un gran portero, que tienes que ajustar a máximo para meter gol, hace que sea mucho más difícil", señala David Barrufet, otro guardameta legendario.
Llama la atención en Pérez de Vargas dos peculiaridades en la forma como se coloca: la apertura de piernas, que disminuye su alzada, y ese imprevisible compás de brazos, que parece citar al lanzador para que tire donde ofrece más hueco. "Al poner el centro de gravedad más bajo, el tiempo para hacer un spagatt o para caer al suelo es más corto. Por las sensaciones, es una postura con la que puedo llegar a ocupar muchos lanzamientos", señala Pérez de Vargas sobre lo primero. "Con los brazos busco dar las menos pistas posible, o si las doy, que sea para hacerle dudar aun más. No tengo una premisa de qué brazo pongo más arriba o abajo; hay veces que los dos están más abajo, a veces los dos arriba. Esa alternancia hace que, si estudian el lanzamiento, no tengan muy claro lo que voy a hacer porque yo tampoco lo sé", reconoce.
Cuando un jugador está en cuatro metros y Gonzalo en siete, Gonzalo se hace muy grande
Que haya demostrado su eficacia ante lanzadores especialistas de los 7 metros como Hansen o el polaco Arkadiusz Moryto es señal inequívoca de que arroja resultados, aunque Pérez de Vargas advierte que "los cuatro ángulos principales no están tapados del todo. Puedo hacer pensar al lanzador que se van a tapar en algún momento, pero obviamente sitio hay, porque penaltis se meten".
Él siempre ha tenido porcentajes respetables en los siete metros, aunque haya encajado, como todos, goles de penalti que llegaron a costar títulos, como en la final del pasado Europeo ante Suecia, o incluso una clasificación olímpica, como en 2016 contra el mismo rival. En ambas ocasiones Niclas Ekberg fue su ejecutor. Pero la metamorfosis experimentada por Gonzalo en estas últimas semanas ha llamado la atención poderosamente de jugadores de otras selecciones o clubes. "Noto por parte de compañeros y rivales que me comentan: 'en el pasado no recuerdo que fueses tan efectivo'. Va por épocas. Igual nos pasa a los porteros con los lanzadores. En este caso, al revés, supongo que es lo mismo", señala.
La alternancia con los brazos hace que, si los rivales estudian el lanzamiento, no tengan muy claro lo que voy a hacer porque yo tampoco lo sé
Esta aportación del guardameta español a su deporte, una especie de 'Panenka' en sentido opuesto, no es fruto de una inspiración espontánea ni de un estudio concienzudo en el vídeo de los rivales, aunque esto último nunca abandona a los porteros, sino de una maduración de un deportista que acaba de cumplir los 32 años. "Seguramente sí. No tanto ya hablando de los siete metros, sino por las sensaciones que tengo", concede. "Los objetivos que hemos obtenido tanto personales como colectivos en los últimos dos o tres años, la edad también, y el estatus que tengo tanto dentro del club como de la selección hace, sin tener miedo de decirlo, que esté en el mejor momento de mi carrera. Es un proceso natural para los porteros que llega más tarde que para los jugadores de campo, y es una buena etapa para mí, tanto a nivel físico como de madurez mental".
"Estamos hablando de uno de los tres mejores porteros del mundo, y tenemos la suerte de tenerlo con nosotros", se felicita Barrufet, que sabe apreciar obras maestras en la portería.
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