La actualidad deportiva vista a veces con pasión y a veces con escepticismo, pero siempre con cariño (al menos, con cariño hacia el pagano y el sufridor).
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Seguramente mis seis años en Porto son doce. Entrenar un grande envejece y mucho.
En los últimos días se me ha acusado de ser crítico con Italia. No es así. Soy crítico con la mentalidad de ganar a cualquier precio, y con el juego reservón, de control constante, que mira más hacia la propia puerta de la rival y que mata el espectáculo en aras de la victoria, porque echa del fútbol a los aficionados y se lo entrega a los forofos. Italia es quien mejor representa ese estilo, y en ella lo he personificado. Pero el caso es que si los nuevos tiempos son estos y ahora todos juegan así, Italia es quien mejor representa este espíritu y por tanto sus triunfos son totalmente legítimos.
Así ¿Cómo podemos dejar de felicitarlos por su sexta final de un Mundial? No estamos hablando de una revelación ni de una sorpresa, sino de un fútbol con tradición, que disputó los títulos de 1934, 1938, 1970, 1982, 1994 y, ahora, el de Francia. Un fútbol que tuvo a Alfredo Foni, el inventor del ‘catenaccio’ –que no es lo mismo que el ‘cerrojo’ de Karl Rapplan y menos aún que la versión de Benito Díaz- pero que también tuvo a Silvio Piola, a los Mazzola, a Antognoni y a Gigi Riva, que ha estado en selección y clubes en todas las grandes batallas del fútbol y que ha sido y es fundamental en la historia y desarrollo del fútbol hasta llegar a ser tal y como es ahora. Repito: a mí no me gusta cómo juega Italia. En la semifinal ante Alemania, otro partido acabado 0-0, dos goles en los últimos instantes y después de que Alemania llevara el peso del partido e hiciera el gasto. Pero su triunfo es totalmente justo y debe ser saludado.
Sabemos ya una cosa: que la final va a ser una lucha entre un equipo consagrado, Italia, y dos que aspiran a consagrarse. Francia ya es campeón del mundo, pero volver a serlo ocho años después, con parte del equipo que ganó el título anterior, valdría para entrar en la leyenda del fútbol y para que Zidane tuviera un sitio definitivo junto a Maradona, Pelé y Di Stefano. Portugal aspira ahora al reconocimiento que mereció y no le llegó en 1966. Hace unos días escribí sobre el Mundial que le regalaron a Inglaterra en 1966. En aquel campeonato el mejor equipo fue Portugal, el de Eusebio, Coluna, Simoes y compañía. El título se lo llevó, como estaba previsto, Inglaterra. Cuarenta años después, los sucesores de aquellos vuelven a reclamar lo que pudo ser suyo. Yo, por mi parte, espero que lo consigan.
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