Los directivos tienen mala prensa. Antes se los identificaba con el señor de gafas oscuras, puro kilométrico y oronda barriga sobre cuya curvatura flotaba una corbata negra, y que apenas se ponía en pie en el palco para insultar a los árbitros con gruesos epítetos salpicados, a veces, con restos del canapé que acababa de consumir. Más modernamente pasaron a tener la imagen del individuo atildado, con pelo engominado, calva brillante o cuidada melena entrecana de diseño, que despachaba asuntos de millones de euros por dos móviles a la vez mientras viajaba en su limusina de su yate a su avión. Por alguna razón, sobre ambos tipos ha flotado siempre un aire de sospecha sobre su honestidad y motivaciones. La verdad sea dicha, viendo el estado de cuentas de muchos clubes, los trasvases de dinero de unas sociedades a otras, el que el Estado tuvo en su día que intervenir para que muchos clubes no desaparecieran y algunas sentencias judiciales sobre compras de clubes sin dinero, pues estas sospechas son explicables.
Pero el caso es que toda generalización acarrea injusticias, y ciertamente con ese ?los directivos? se mete en el saco a mucha gente irable que es de importancia capital para que el deporte funciones. Hoy, que volvemos a hablar de cambios accionariales, en este caso en el Betis, y millones de euros, creo que es momento de aplaudir a los directivos anónimos.
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