La actualidad deportiva vista a veces con pasión y a veces con escepticismo, pero siempre con cariño (al menos, con cariño hacia el pagano y el sufridor).
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Seguramente mis seis años en Porto son doce. Entrenar un grande envejece y mucho.
Tiene Oleguer Presas razón en que no debería ser extraño que una persona, sea futbolista, panadero, doctor en metafísica o sexador de pollos expusiese sus ideas políticas. Él, como futbolista, tiene perfecto derecho a expresarlas dentro de los límites que marca el ordenamiento jurídico español y nadie debería criticarle por hacerlo. La libertad de expresión abarca a todos y en democracia todo el mundo debe tener derecho a decir lo que piensa.
A lo que Oleguer Presas no tiene derecho es a que el mundo entero esté de acuerdo con lo que él dice. En el momento en que una persona se convierte en personaje público, para unos se convierte en sujeto de adoración y para otros en personaje criticable. Según quien, en mayor medida una cosa que otra. Pero lo que es innegable es que todo lo que hace o dice se ve inmediatamente amplificado y ese poder, que le dan sus habilidades y los medios, cada cual lo emplea en lo que quiere. Oleguer Presas ha elegido ponerlo al servicio de una postura política y social en la que él cree y eso le ha traído dos consecuencias: una, que para sus correligionarios es un ídolo pero para los que no comparten su ideología, no lo es. Otra, que personas que solamente podrían juzgarle por su actividad deportiva, le juzgan también por su actividad pública. Y no me refiero a que se le considere mal futbolista por que sus ideas políticas o sociales sean A o B.
Dicho esto, creo que Oleguer está tenso. En la entrevista de Olé que reproduce Marca.com afirma que vivió bastante mal que se le retiraran patrocinios por sus declaraciones sobre el etarra De Juana Chaos. Debería comprender que hablar en público tiene sus riesgos y el principal, como queda dicho, es que los demás no estén de acuerdo contigo. A mí particularmente –pero es una opinión personal- me parece que puedes mostrar tu solidaridad implícita con un terrorista preso. Puedes también no decir nada sobre sus víctimas. Pero entonces debes estar dispuesto a que la gente que no piensa como tú te lo reproche. No creo equivocarme si, sobre este último punto, hay más gente en España en desacuerdo con Oleguer que a favor. A él se le contrató por imagen. Con esas declaraciones su imagen cambió: de deportista profesional a activista político. Y hubo consecuencias porque una marca deportiva puede querer deportistas que la anuncien, pero no tanto políticos. Yo no sé qué zapatillas usan ni Rajoy ni Zapatero. Ni siquiera Chavez, aunque creo que nos falta poco para saberlo porque hasta en la sopa está el hombre últimamente.
Queda dicho, Oleguer puede ser un ídolo para sus correligionarios pero para quienes no son ellos ha elegido no serlo. La anécdota de no querer hablar castellano en público cuando se le ha preguntado para que su respuesta llegara a todos los hispanoparlantes -por este contexto lo digo- indica, a mi entender, que sólo le interesan quienes entienden el catalán convirtiendo así un idioma, a mi juicio, en un arma política. ¿Tiene derecho? Total y absoluto. Ahora: que luego no se queje si sólo ‘los suyos’ le miran bien.
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