La actualidad deportiva vista a veces con pasión y a veces con escepticismo, pero siempre con cariño (al menos, con cariño hacia el pagano y el sufridor).
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Seguramente mis seis años en Porto son doce. Entrenar un grande envejece y mucho.
A Rafa le ha tocado ser hoy imagen de todos los medios informativos del mundo por la razón opuesta a la habitual. Normalmente lo es porque gana. Hoy lo es porque ha perdido. Todos sabíamos, y él también, que algún día tenía que caer en Roland Garros. Que Borg perdió en París y Sampras en Wimbledon. Pero no por eso la derrota es menos dura. Y encima, con Robin Soderling, uno de los jugadores con los que sus relaciones no son precisamente buenas. Se las tuvo tiesas con él hace poco en Roma, pero la cosa viene de antiguo.
Viendo hoy el partido he pensado en que todos los duelos que vemos en los que nuestros favoritos pierden repiten el mismo esquema. Al menos, para el público. Primero se empieza confiado. Luego se van cerrando los ojos a las señales de peligro. Después se empieza a decir, o a sentir, que nuestro jugador es muy bueno y que tiene tiempo y capacidad para remontar. Luego, empezamos a confundir la realidad con el deseo e identificar cualquier error del rival con una cadena de fallos, a ‘ver’ que el rival se duele de alguna parte de su cuerpo, o que le abandonan las fuerzas. Finalmente, sacudimos la cabeza y dedicamos dos o tres palabrotas al público, que no se ha dignado (sea verdad o no) a apoyar a nuestro jugador (para la ocasión, nos olvidamos de cuando los suyos viene aquí y se les abuchea el himno).
En fin. Yo había escrito hace unos días que veía a Rafa como el primer favorito para el triunfo de Roland Garros porque en Madrid, donde no estuvo como siempre, sólo le pudo ganar Federer y acabó con Djokovic tras un durísimo duelo. Y que en París, a cinco sets y con tiempo para corregir errores, no se le escaparía el triunfo.
Eso era cierto, pero no caí en que eso sería en caso de que Rafa corrigiese los errores de Madrid (como le dice Nagumo a Yamamoto en "La Batalla de Midway": "es un plan perfecto si el enemigo hace lo que esperamos que haga") porque en París hemos visto al Nadal de Madrid frente a un Robin Soderling que se ha superado al menos en un 60%. Ha estado con tan poca chispa como en la Caja Mágica. Su saque no ha funcionado. Demasiadas bolas a media pista. Mientras tanto, Soderling ha corrido con la velocidad de Usain Bolt y la resistencia de Contador y ha colocado muchos más ‘palos’ en las líneas que a lo mejor en sus tres torneos previos. Una derrota lógica a la manera que decía Bogart en una película: “Muerte natural. Siete tiros. Natural que muriera”. En efecto: aún así ha estado más de tres horas luchando, recibiendo palo tras palo y aguantando sin irse del partido, pero eso no es un consuelo. El consuelo es estar tres horas luchando y ganar. Ahí tienen a Djokovic saliendo de la pista después de la semifinal de Madrid aplaudido pero en práctico estado de 'shock'.
Lógica de ese modo, porque si nos ponemos a pensar en que el mejor jugador del mundo sobre tierra batida y quien sabe si de todos los tiempos ha perdido en Roland Garros con un jugador lleva apenas un 50% de victorias sobre tierra deberíamos pensar en que estamos viendo el mundo al revés, que antes lo que pasaba era lo contrario, que a Sampras le podía ganar cualquier terrícola. O eso, o lo que llevamos tiempo diciendo: que la ‘igualación’ de los estilos a lo que lleva es a más igualdad y a que cualquiera te pueda ganar en cualquier parte.
Pero en fin. Nada de lo que digamos nos va a quitar la decepción ni a nosotros ni a Rafa. Al menos, racionalicémoslo pensando que esto es solamente una derrota y, como decimos, todos los grandes pierden. Que Soderling jugó el partido de su vida y Rafa lleva un tiempo en el que no está siendo la máquina de costumbre (y hombre, después de cinco años a tope bien se puede comprender). Y que quedan más torneos que longanizas como dice el refrán.
Ahora, Federer. Todo el mundo y también Rafa dicen que ahora que ya él no está en liza el campeón merece ser Federer. Bien, pero el caso es que esto no va por merecimientos sino por victorias y bien haría Federer, ahora que no tiene por medio a Djokovic ni a Nadal, en fijarse en el descosido que hoy ha hecho un tal Soderling.
Pero ojo, que Robredo sigue en liza y Kohlschreiber no parece que no esté a su alcance. Luego, Del Potro o Tsonga. Palabras mayores, pero nadie dijo que esto fuera a ser fácil. Aparte, yo creo que el que salga vencedor del Tsonga-Del Potro va a tener mucho que decir pero visto mi anterior pronóstico, no sé yo.
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