La actualidad deportiva vista a veces con pasión y a veces con escepticismo, pero siempre con cariño (al menos, con cariño hacia el pagano y el sufridor).
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Seguramente mis seis años en Porto son doce. Entrenar un grande envejece y mucho.
Ha acabado Roland Garros. Lo que pasa es que me parece que poco hay que debatir. Ganó Roger Federer y con ello se erigió en el mejor tenista de todos los tiempos, hasta que otro consiga más méritos que él, que será difícil. Lo curioso es que en la final el favorito, para mí, no era él, sino Soderling, que lo había hecho bastante mejor en este torneo. Sin embargo, una vez más se demostró que el tenis es un juego de niveles: Robin hace muy bien lo que sabe hacer, pero Roger no le dejó desarrollar su juego y, por lo tanto, se llevó el partido y el torneo con todo merecimiento.
Y por cierto que lo de ganar los cuatro torneos del Grand Slam (que no el Grand Slam) es mucho más difícil ahora que antes: hasta los años 70 Australia, Wimbledon y el US Open se jugaban sobre hierba y Roland Garros sobre tierra. Luego, fueron cambiando sus superficies el US Open y el Open de Australia y es sólo desde hace unos veinte años cuando hay cuatro pistas relativamente diferentes (Australia y US Open son dos tipos de rápida). Poco hay que discutir sobre Roger. Sólo aplaudir y saludar.
Lo que más me está llamando la atención es la polémica que estoy viendo y oyendo en varios lugares sobre la Copa Confederaciones. Se dice que es un torneo menor, que sirve solamente para ganar dinero, y que si tal o cual jugador se han borrado de la lista, etcétera.
A mí la primera parte de la polémica me parece fruto de la falta de perspectiva histórica y la segunda un tanto absurda. La Copa Confederaciones está hecha para ganar dinero. Efectivamente. Como todas y cada una de las competiciones del deporte profesional. Hasta Wimbledon, el templo en sus primeros años del ‘amateurismo’ se empezó a jugar para recaudar dinero para arreglar un campo de deportes. Los Juegos Olímpicos fueron muchos años estrictamente amateurs, pero se organizaban para ganar un dinero que permitiera organizar esos mismos juegos. El Mundial de Fútbol se origina para que la FIFA pudiera ganar dinero del ‘tirón’ mundial del fútbol y no ‘regalarle’ esos ingresos al Comité Olímpico Internacional con su torneo olímpico. La Copa de Europa se crea porque en los años 50 los medios de transporte y de comunicación (la televisión sobre todo) ya estaban lo bastante desarrollados como para permitir que los clubes jugaran competiciones internacionales que se prometían sumamente rentables. La Recopa y al UEFA parten también de consideraciones meramente económicas: había demasiados clubes para una sola competición. El Mundial y la Eurocopa de Naciones se van desarrollando al mismo ritmo y así sucesivamente.
¿Qué este torneo tiene poca importancia? Las novedades siempre tienen enemigos y son discutidas. Todas y cada una de ellas tienen críticos desde el momento de su instauración. Y dificultades, claro. La participación de selecciones en el primer Mundial fue bastante pobre (los principales países europeos no participaron. Y en el segundo, en venganza, no acudieron los mejores americanos). En la primera Copa de Europa participaron dieciséis equipos y la Liga española costó Dios y ayuda lanzarla. Hoy en día estos acontecimientos están consolidados pero en su inicio muchos lo consideraron inventos para ganar dinero y pervertir el honorable ‘sport’. Ah, y sobre los que van, no me quisiera yo reír de quienes hace treinta años decían que por qué iban al Mundial equipos de África.
Y finalmente, decir que a mí no deja de llamarme la atención el debate sobre si se debe o no se debe ir a la selección. Sobre todo porque la Ley del Deporte consagra la obligatoriedad de acudir a cualquier selección cuando se sea convocado previendo en caso de negativa draconianos castigos. A mí no me parece que esa medida tenga alguna lógica que la sostenga desde el momento en que hace unos años se eliminó el Servicio Militar Obligatorio, que era la ‘institución’ que más se parecía a una selección nacional. Y peor aún, porque sólo en un sentido amplio –aunque existe la convención al respecto- de que un profesional compite por su país. Sí es cierto que el país, el pueblo, la gente, suele identificarse con la selección –sobre todo cuando gana- pero no lo es menos que una selección es un equipo formado por una institución de derecho privado, aunque significación pública –la Federación correspondiente- que, además, percibe beneficios por el trabajo del convocado (y en ese sentido, las traídas y llevadas, y denostadas, primas sí cobran un significado bastante lógico)
A mí me parece que una vez eliminado el Servicio Militar la obligatoriedad de integrar las selecciones nacionales debería seguir el mismo camino y si el jugador o jugadora X decide que no va porque no está de acuerdo con el seleccionador, porque le duelen las pestañas o por el españolísimo motivo de que no le da la gana (grito al cual se desarrolló el no menos españolísimo Motín de Esquilache “¡¡No nos da la gana!!”, gritaban las masas) nadie debería obligarles sin tener que recurrir a eso tan vidrioso de la objeción de conciencia, que normalmente se autoriza y deniega al ritmo que interesa al gobierno de turno…
Pero en fin, que nos vamos del tema. Por resumir: Que la Copa Confederaciones no es ni mejor ni peor que el resto de los torneos. Y que deberíamos ser menos vehementes con eso de las ausencias. Y Federer, formidable.
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