La actualidad deportiva vista a veces con pasión y a veces con escepticismo, pero siempre con cariño (al menos, con cariño hacia el pagano y el sufridor).
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Seguramente mis seis años en Porto son doce. Entrenar un grande envejece y mucho.
El domingo llega el Gran Clásico, la Batalla de los Planetas, la Madre, el Padre y el Cuñado de todos los Partidos, el Aperitivo de la Final de la Champions. El no va más, vamos: el equipo del triplete, el que mejor fútbol hacía del mundo, contra el Real Madrid de Florentino Pérez, la Superproducción, la reunión de talento más grande del mundo y del extranjero, frente a frente, en el primero de los dos o tres asaltos en los que iban a decidir este año la supremacía del fútbol mundial. Un partido que nadie podía perderse so pena de estar en pecado mortal futbolístico y que justificaba gastar cualquier cantidad para comprarlo en PPV…
No exagero demasiado. Eso era lo que se pensaba, lo que buena parte de los expertos pensaban, antes de empezar la Liga. Incluidos muchos que ahora dicen que los problemas del Real Madrid de Florentino se veían venir. Pero con lo que nos encontramos apenas tres meses después es otra cosa. Nos encontramos a un Real Madrid líder, pero lleno de dudas sobre si juegan bien, juegan mal, no juegan, dónde deben jugar unos y otros, si el modelo es correcto y hace falta tiempo o sobre si el problema es el modelo. El Barcelona tiene la suerte –merecida, claro- que el pasado martes jugaron un buen partido contra el Inter, sin dos titulares, y por eso ya pueden decir que llegan al clásico fuertes como unos toros y con más puntería que Vasili Zaitsev. Me figuro que si alguien se le ocurre preguntarles por qué entonces perdieron el liderato ante un grande tan vacilante como el Real Madrid, y por qué dos equipos que se juzgaron de medio pelo como el Rubin Kazan o el Dinamo de Kiev les han hecho sudar en la Champions le juzgarán agente provocador o algo peor. Puede ser que hayan superado una crisis pasajera, que lo pasajero sea la mejoría o que la sabiduría de Guardiola dosifique a sus chicos de tal forma que sólo jueguen al ciento por ciento los encuentros claves. A saber.
Ese ‘a saber’ por parte del Barcelona y el ver si el Real Madrid es un desbarajuste tan grande como parece, viene San Cristiano a salvarlo o poco a poco encuentra cómo salir de la esquizofrenia en la que vive (porque es líder, pero insatisfecho y con la incómoda evidencia de que, una vez más, fuera de España no pisa demasiado fuerte) son los únicos alicientes que tiene para mí este Real Madrid-Barcelona. Es decir: no el espectáculo de la excelencia, sino el de ver cual de los dos colosos está más dañado.
Mientras tanto, mientras la mirada de todos se centra en este choque, el Sevilla está a dos puntos de los gigantes y el Valencia a tres, evidenciando que en el momento actual no hay tanta distancia entre estos y los ninguneados 18 equipos restantes y, de paso, salvando el honor de una Liga de la que algunos decían –yo mismo, a veces- que tenía poca calidad más allá de los dos líderes y que nadie les discutiría realmente sus posiciones. Pero si esto ha sucedido porque estos dos equipos tienen más calidad que la que pensábamos, o porque Real Madrid y Barcelona no tenían tanta, queda para otro debate.
En fin: que a mí me parece que este Clásico no tiene mucho que ofrecernos aparte de morbo. Y que es una ironía del calendario que dos semanas antes de que los clubes puedan ir a la huelga exigiendo que todos los partidos sean de pago y el aficionado (toma ya sentimiento, que de esto hablaremos otro día) no pueda ver nada de fútbol si no es retratándose, exhibiendo tan dudoso espectáculo como lo mejor que pueden ofrecer. Eso sí: dicen que quieren ser como la Premier.
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