La actualidad deportiva vista a veces con pasión y a veces con escepticismo, pero siempre con cariño (al menos, con cariño hacia el pagano y el sufridor).
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Seguramente mis seis años en Porto son doce. Entrenar un grande envejece y mucho.
Una vez estudiados los hechos y dichos de Fernando Verdasco con motivo de su agarrada con Gasquet durante la pasada final de Niza, se me ocurren alguna reflexiones que paso a compartir con ustedes.
Lo primero es que Fernando mete la pata hasta el corvejón. Si el rival se ha jugado diez bolas y le han salido las diez es suerte suya y problema tuyo por no haber podido impedirlo. Y no es motivo para que pierdas los estribos de esa forma. Que quieras jurar en arameo, es normal. Pero hazlo por lo bajo como todos. Y luego no cometas el error de encararte con la grada, que pareces nuevo. El deportista profesional que no sea capaz de aguantar la presión de la grada, que no juegue. Y sobre todo en el tenis, donde el arma de hacerle perder la concentración al rival se inventó el mismo día que el deporte en sí.
Dicho lo cual, y añadiendo que si la ATP le pone una sanción a Fernando será totalmente merecida y no le quedará sino aceptarla sin rechistar y pedir disculpas, como ya hizo, este caso debe quedar cerrado. Algún fleco quedaría, como la actitud de Carlos Bernardes, juez de silla y de hecho uno de los mejores del mundo, que nunca debió consentir que la situación llegase a ese punto. Una de dos: o hace callar a la grada o le casca a Verdasco un ‘warning’ (advertencia) a la primera, y no deja que la cosa se desmadre. Por qué no lo hace, y más hablando perfectamente español y entendiendo por tanto a Fernando, no lo sé.
Pero esto es la parte tenística, que nos interesa a tres o cuatro dadas las experiencias. El resto es la primera batalla de la guerra hispano-sa de este año. Las posturas iniciales ya las sabemos. Los españoles pensamos que los ses nos consideran la criada respondona, el pobretón que no se queda en su sitio sino que se permite insolentarse con los ricos de toda la vida, o el invitado que coge más canapés de los que debe y encima se los guarda en el bolsillo. Y por eso, una vez pasada la época de quemar camiones o apresar pesqueros, suelen reaccionar con mal disimulada envidia cuando ganamos Roland Garros o el Tour de Francia. Por su parte, los ses piensan que los españoles somos unos tipos de orgullo insufrible y a la vez que tienen un complejo de inferioridad tal que piensan que todo el mundo está en su contra y husmean por todas partes buscando agravios.
Lo triste de este asunto es que, en mi opinión, las dos posturas son bastante correctas. De los silbidos y menosprecios en Roland Garros nadie me tiene que decir nada porque yo los he visto. De los del ciclismo y otros deportes tengo referencias de primera mano de personas de toda mi confianza. Y de la actitud con la que muchos españoles encaran al mundo, tampoco. En España históricamente se ha tenido un enorme complejo de inferioridad, lógico porque durante mucho tiempo hemos sido el país más miserable de Europa. Y ese complejo se ha abordado de dos maneras extremas: una, con un chauvinismo que no tenía que envidiar al francés más que ellos sí tenían motivos para enorgullecerse (aquí nos limitábamos a decir que lo español era lo mejor y punto). La otra, con un desprecio irreflexivo de todo lo español.
Y ni tanto ni tan calvo. Es cierto que en cuestiones deportivas en Francia no nos miran muy bien, pero también que ahora que no somos ya un país de que avergonzarse, muchos siguen yendo por el mundo buscando agravios y mirando muy por lo menudo en qué nos podemos considerar ofendidos… cuando aquí también participamos de la costumbre de considerar inferior a todo rival –sobre todo en el fútbol. Ver por ejemplo al Olympique de Lyon o a la selección de Francia en Alemania 2006- y poner sospecha en triunfos que no son nuestros. Yo me imagino a un francés en una pista española cagándose con perdón en nuestros muertos, y ver qué se diría.
Así que a mí esto no me preocupa demasiado. El incidente se puede zanjar por vía istrativa porque Fernando Verdasco no es un tipo bronco. El resto, folklore.
Lo que sí me preocupa más es la cantidad de comentarios que he leído apoyando los malos modos de Verdasco porque le ha plantado cara a los gabachos, como se les llama. Me preocupa porque son muestras de un preocupante paletismo y una escasa amplitud de miras. Fernando se habrá quedado a gusto… pero ha perdido. O sea, que hizo el tonto. Y él lo sabe.
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