La actualidad deportiva vista a veces con pasión y a veces con escepticismo, pero siempre con cariño (al menos, con cariño hacia el pagano y el sufridor).
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Seguramente mis seis años en Porto son doce. Entrenar un grande envejece y mucho.
Hace algunos meses dijimos que en este blog nos íbamos a abstener de comentar en el futuro las declaraciones de José Mourinho. Y que lo hacíamos por tener la conciencia –cierta o equivocada- de que el entrenador del Real Madrid nunca actuaba en realidad con visceralidad, sino que medía cada uno de sus gestos y palabras para causar un efecto. Y que por tanto, en este blog preferíamos evitar que fuera él quien marcara nuestra agenda y cómo debíamos abordar cada asunto.
Eran varios los indicios que apuntaban en esa línea: que sus declaraciones sobre la ‘persecución del calendario’, por ejemplo, ya las había realizado en Inglaterra y en Italia. Ayer se añadió otro: afirma no conocer el nombre de Tito Vilanova (o ‘Pito’ como dijo a la primera cuando se le preguntó), el propietario del ojo y la oreja con los que tropezaron sus dedos en el rifirrafe final del segundo clásico de la temporada. Y eso ya le pasó en Italia hace un tiempo con otro entrenador, del Reggio Calabria (estoy buscando el enlace, ahora lo cuelgo). Y, en el otro platillo de la balanza, que a veces hace impecables declaraciones en fondo y forma, que respetan los más clásicos valores del fútbol y del deporte en general. Aquello de “el público debe decidir si quiere ver el partido o quiere jugarlo. El equipo necesita que lo juegue”. Una persona que de tal forma alterna ambos extremos y con tanta soltura se mueve entre ellos, o es ciclotímico, o es un experto en comunicación. Y sinceramente creemos que Mourinho es más bien lo segundo.
Pero ser un experto en comunicación es, simplemente, manejar una técnica. Lo que realmente importa es qué es lo que se hace con ella. José Mourinho, de momento, lo que ha conseguido en esa línea es, precisamente, marcar buena parte de la agenda emocional del fútbol de este país. Ha conseguido, también, ser la cabeza visible de su equipo. Capitalizar todo lo que se mueve a su alrededor. El Real Madrid tiene a cien estrellas, pero quien está por encima de todos es José Mourinho. Dicen sus defensores que así quita presión a los suyos. Pudiera ser, pero lo que de momento no ha conseguido es que ganen muchos títulos, que es para lo que se le fichó, se dijo. Eso sí: contraataca negando la evidencia. Según Mourinho, y no pongo enlaces porque no quedaría espacio en el blog y todos ustedes los recuerdan, el Barcelona no vence al Real Madrid sino que le roba los partidos por medio de un contubernio en el que participan la UEFA, los árbitros, los que hacen los calendarios… Y se pregunta por qué. Pero no ganan.
Algunas personas se preguntaban a finales de la pasada temporada si se podría llegar más lejos en ese sentido. Y qué se perseguía con ello aparte de, quizá, desviar la atención sobre las derrotas o las no-victorias. Este inicio de la presente temporada nos ha mostrado una insólita vuelta de tuerca. La última salida de pata de banco de José Mourinho, lo del ojo y la oreja, ha conseguido que no se hable no ya de una derrota, sino de la positiva mejoría de su equipo, que salió al campo ante el Barcelona no sólo más ‘enchufado’, como ahora se dice, sino jugando con más sentido e intención que en la pasada temporada. El Real Madrid pasó de tratar simplemente de poner palos en los engranajes de la maquinaria del Barcelona a presentar su propia propuesta. Fue derrotado igual. Messi y la inercia de una perfecta máquina del fútbol.
Pero Mou consiguió esta vez hurtar al debate lo positivo de su propio equipo. Puede ser que esto tampoco le baste pero, a ojos imparciales, no es en absoluto práctico. Porque además también sacó del debate lo negativo del rival. David Villa tuvo también una actuación poco edificante en la tángana final, y Mourinho la ha hecho desaparecer. En el lamentable colofón final intervinieron ambos banquillos, y Mou ha permitido que todos se escondan tras él. Esta vez ni siquiera le ha hecho falta un árbitro.
La pregunta, ahora, es otra ¿Qué pretende el entrenador y su propio club, que recordemos que le ha dado plenos poderes? ¿Tratar de que nadie se de cuenta de que aún con una actuación muy mejorada, el archirrival les venció otra vez? Pues miren, la verdad es que se antoja poco comprensible porque esta vez, además de ocultar sus propios aciertos, ha tapado los errores del rival. Se dice que así aglutina a mucha gente a su alrededor y los hace cada vez más incondicionales. Pero la verdad es que eso sólo tiene sentido si se quiere un club de ‘ultras’ y eso no encaja bien con la universalidad que se proclama desde la historia y que se pregona para el presente y el futuro. No pocos madridistas dicen "¡¡No es esto, no es esto!!" Y pone en bandeja al rival presentarse con cara amable, la tenga realmente o no.
Finalmente, se dice que las polémicas en el fútbol, y en el Real Madrid, no las ha inventado José Mourinho. Y es cierto, pero en mi modesta opinión, acertada o errada, en este caso se da un cambio cualitativo, que como decía Marx es la superación al cuantitativo. En el Real Madrid estuvo en su día, por ejemplo, un jugador polémico que fue Juan Gómez, ‘Juanito’. Pero las que armaba Juanito no tienen nada que ver con esto. Juanito era un jugador, ese sí, visceral. Que actuaba en caliente y que se arrepentía cuando cruzaba la línea. Juanito agredió en un partido a Lothar Matthaus y pidió perdón públicamente y, a los chavales a los que desinteresadamente entrenaba, les dijo que jamás se les ocurriera hacer lo que a él le habían visto sobre el campo. Y cuando un tiempo antes tuvo un rifirrafe con el colegiado Prokop, quiso abandonar su club considerando que había dado mal ejemplo. Y costó convencerle de que se quedara. Esa es la diferencia.
Así que, concluyo. El año pasado en este blog decidimos no entrar en cierto tipo de declaraciones y actos de Mourinho para que él no nos marque la agenda del debate. Modestamente, creo que fuimos fieles a la promesa. Esta temporada renovamos la promesa, en lo relativo a las declaraciones. Igual cuesta más trabajo porque como vemos ya no se para en mientes y con sus actos también tapa al rival, pero estudiar eso quizá sea más propio de la teoría de la comunicación. Sólo un apunte. En el día en que el Papa va a llegar a Madrid, el verdadero protagonista es José Mourinho, y eso sí que es insuperable y digno de un genio de la comunicación. Un genio, eso sí, controvertido como aquel que dijo “Podrán insultarnos, calumniarnos, combatirnos, apedrearnos y vapulearnos, pero para hacer eso tendrán que hablar de nosotros”. Se llamaba Goebbels, Joseph Goebbels. Recuerden que es técnica, sólo técnica.
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