La actualidad deportiva vista a veces con pasión y a veces con escepticismo, pero siempre con cariño (al menos, con cariño hacia el pagano y el sufridor).
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Seguramente mis seis años en Porto son doce. Entrenar un grande envejece y mucho.
El 30 de septiembre de 1995 era domingo y en el Club Español de Tenis de Rocafort, junto a Valencia, se respiraba tenis, como siempre. Quizá aquel día un poco más, porque comenzaba la previa del I Open Lois, un torneo ATP que si en aquel momento parecía uno más en el calendario, al final se reveló como una de las más importantes citas que ha tenido nuestro tenis.
Para empezar, estaba promovido por Emilio Sánchez Vicario y Sergio Casal, que con él comenzaban una evolución que les llevó desde su faceta de tenistas multilaureados hasta la de personajes de importancia en el desarrollo del tenis español e internacional, que ahora ostentan. El torneo sólo estuvo aquel año en Valencia. Después pasó a Marbella dos más, y en 1998 a Mallorca, disputándose en la plaza de toros del Coliseo Balear ya organizado por Ion Tiriac, y proporcionando el modelo que se trasladó luego al actual Mutua Madrid Open. La cita volvió posteriormente a Valencia, pasando su organización a manos de David Ferrer y Juan Carlos Ferrero, y allí sigue actualmente, convertido en un torneo que tiene como objetivo mantenerse a la vanguardia de la innovación dando, por ejemplo, el salto de la habitual tierra batida de nuestro tenis a la pista dura.
Deportivamente, en torneo daba cabida a todas las generaciones de nuestro tenis. En la primera cabeza de serie estaba un consagrado Alberto Berasategui, que un año antes había sido finalista de Roland Garros y participante en el Masters y con él jugadores de la generación anterior como Carlos Costa, Emilio y Javier Sánchez Vicario, Jordi Arrese o 'Pato' Clavet, y de la que se empezaba por entonces a abrir camino: Álex Corretja, Albert Costa, un tal Carlos Moyá, al que el gran público había empezado a hablar desde que poco antes se había proclamado campeón en Buenos Aires o un Félix Mantilla, que había entrado a través de la previa. Una muestra de ese trasvase y convivencia de generaciones que se ha revelado como una de las grandes bazas del tenis español. El tenis masculino, sin embargo, estaba aquellos días presidido por la insatisfacción, pues una semana antes España había abandonado el Grupo Mundial de Copa Davis, perdiendo en México. Con todo, la solución ya la teníamos ante nuestros ojos aunque faltara algo de tiempo para darnos cuenta.
El domingo arrancaba la previa y el enviado especial de MARCA, servidor de ustedes, acababa de llegar como avanzada del equipo que íbamos a desplazar hasta allí, ya que seríamos diario oficial y patrocinador del evento: el gran Miguel Ángel Zubiarraín, Miguel Ángel Linares y con las cámaras, José Moreno, recibiendo también el apoyo de José Antonio Sanz. Aquel sábado, mientras estudiaba el cuadro de la previa para elegir partidos, alguien, quizá el infatigable Pedro Hernández, también presente en la cita, me dijo "vete al partido de Altur. Va a jugar con él un chaval joven al que hay que ver".
Y allí fui, a una Pista Central con algo más de media entrada en la que José Francisco Altur, que a sus 27 años contaba ya con un título ATP, jugaba contra un chaval de quince años y medio y que estaba allí como invitado. Musculoso, pero delgado, casi rectilíneo, y poseedor de un aplomo y variedad de juego que comenzó a desplegar apenas arrancó el partido.
"Me acuerdo de aquel partido. Y también de que me enfadé mucho. Yo había oído ya hablar de él aunque a estas alturas no recuerdo si había jugado con él antes, pero me sorprendió. Me enfadé porque era muy joven y yo no estaba acostumbrado a perder con chavales", cuenta José Altur 17 años después de los hechos. "Era muy rápido, y aunque no tuviera aún demasiada fuerza, muy agresivo. Tremendamente luchador, no había forma de ganarle un punto. La verdad es que me puso en muchos apuros".
Altur acabó ganando, en tres sets, "pero fue la última vez. Luego jugué contra él y me ganó siempre. Ya vemos dónde llegó".
Y en efecto, llegó lejos porque el chaval en cuestión era Ferrero, Juan Carlos Ferrero, que llegó a número uno del mundo, campeón de Grand Slam, que fue el hombre que ganó el partido decisivo en la primera Copa Davis que ganó España, ante Australia en el año 2000. José Altur no se quedó tampoco muy atrás, porque con el tiempo se convirtió en uno de los nombres clave en el desarrollo de la 'escuela valenciana' que tantos jugadores y jugadoras de gran nivel ha dado al tenis y por sus manos pasó, entre otros, el ruso Marat Safin, otro número uno del mundo. Ya vemos, pues, si aquel torneo fue importante. Lo ganó, por cierto, el holandés Sjeng Schalken, batiendo en la final a Gilbert Schaller. Félix Mantilla llegó desde la previa a las semifinales.
De aquel 30 de septiembre de 1995 hasta ayer, día del último partido individual de Juan Carlos Ferrero en la ATP, han pasado 6.237 días. Días para Juan Carlos en los que ha habido, lógicamente, de todo, pero cuyo balance da para estar muy orgulloso, él, y para darle las gracias, los demás. La ATP, por cierto, no guarda memoria de ese partido, pero José Altur y yo, al menos, les podemos dar fe de que sí se jugó, y que fue el primero paso de la carrera de un número uno.
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