La actualidad deportiva vista a veces con pasión y a veces con escepticismo, pero siempre con cariño (al menos, con cariño hacia el pagano y el sufridor).
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Seguramente mis seis años en Porto son doce. Entrenar un grande envejece y mucho.
De nuevo conocemos ya los hechos. Un comentario periodístico señaló que el Barça y el Atleti se habían saltado el control antidopaje tras el partido en que se jugaba el título de Liga. Como la cosa parecía seria, MARCA contrastó la información con AEPSAD, el organismo antidopaje español, y se nos tranquilizó: nadie se saltó el control antidopaje porque no había. Se practicó en otros partidos, pero en ese no.
Así que ya ven: todo perfectamente legítimo, perfectamente legal. En un partido de la máxima élite de una competición que mueve cientos de millones, no hay control antidopaje. Ampliando información, hubo control en dos partidos de primera y en uno de segunda, en tres de 21.
Sí, ya sé que todo es legal, que todo responde a muy serios estudios y proyecciones y que otros organismos internacionales ya analizan sobradamente a Real Madrid, Atlético y Barcelona. Ya sé que el fútbol es el deporte más vigilado. Ya sé que en el fútbol no hay dopaje. Simplemente, constato que en comparación con otros deportes de controles estrictos, el fútbol no tiene derecho a sonrojarse si alguien sospecha de dopaje en su seno. Más aún cuando, en contra de lo que dice la opinión futbolera, es de suma utilidad en este deporte. No es de recibo que en el partido más importante de la temporada no haya ni un mísero análisis de orina. Aunque sea sólo como símbolo.
¿Puede extrañarnos? Yo creo que no. Cuando se habla de dopaje y fútbol, el siguiente movimiento que se presenciado es el de echar tierra encima, aquí y en todas partes. Sólo se ha cazado al amortizado Maradona, y por una droga social. Del resto, silencio y tupidos velos, más o menos de la misma tela con las que se ha adornado el proceso de elección del mundial de Qatar ¿Qué puede extrañarnos, pues?
Además ¿A quién le importa esto? A nadie. He seguido el recorrido de la noticia. Casi nulo. También los comentarios de los lectores. Poca gente ha leído -o entendido- el contenido de la información, dándose la paradoja de que se comentaba lo contrario de lo que ponía. Y este caso nos demuestra que el fútbol, a este nivel, es básicamente una mentira. No hay voluntad real de buscar trampas y la verdad es que tampoco hay por qué porque, repito, no le interesa a nadie encontrarlas. Los aficionados no las creen si son de su equipo -la Mano Negra es un gran invento-. Los protagonistas, posibles culpables y posibles perjudicados, están contentos con esta situación puesto que no la cambian. Los cuatro frikis que pedirían limpieza son eso, cuatro. Y frikis...
Y la razón es la de siempre: que el fútbol no le gusta ni le interesa a casi nadie. Al público le interesa su equipo y a los dirigentes, la cuenta de resultados. Y claro, al negocio le interesa que no pase nada, ni con el dopaje ni con los famosos amaños. Perseguirlos, si claro. Castigarlos, con todo el peso de la ley. Cuando se encuentre y pruebe alguno, claro.
Y que el fútbol sea mentira y en el fondo todos los sepan no importa gran cosa porque son muchas las personas que organizan su vida en torno a cosas que saben a ciencia cierta o en el fondo de su corazón que son falsas, pero que les tranquilizan o les divierten. Total, que no pasa ná.
Yo, por mi parte -pero sólo por ver qué pasa, no crean-, sólo espero a que alguien, algún día, haga el control que no debe y salga lo que no debe salir. O que la policía, en el ejercicio de su labor, consiga algún resultado que no pueda ser ignorado. Y mientras tanto, por respeto a los deportistas de otras modalidades, a los deportes de controles estrictos, me tomaré el fútbol profesional como lo que es: un circo, un espectáculo, una mentira. A veces brillante y divertida, pero mentira.
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