La actualidad deportiva vista a veces con pasión y a veces con escepticismo, pero siempre con cariño (al menos, con cariño hacia el pagano y el sufridor).
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Seguramente mis seis años en Porto son doce. Entrenar un grande envejece y mucho.
La importancia de Caso Zozulya residió, fundamentalmente, en ser una primera vez. En ser la primera vez que al insulto de una grada, al insulto rítmico y organizado propio no de esos individuidillos que van al fútbol, o a cualquier deporte, a tratar de olvidar su poquedad y frustraciones insultando a alguien que, al menos en un aspecto, vale declaramente más que ellos. No, fue responder al insulto de esos mismos individuidillos organizados que es, si cabe, más peligroso, porque si el primer insulto sólo es impotencia y mal gusto, con el segundo los citados insultones toman conciencia de su poder (el Efecto Torrente, ya saben).
Con esa gente, con quienes insultan, pensar que se puede razonar o que se puede negociar es inútil. Es gente cuyo único poder es el de insultar, y que quieren darse el placer de usarlo lo demuestra el hecho de que pagan por ello. El pacifismo es un buen concepto, pero el problema es que no se puede aplicar con gente decidida al uso de la violencia y con medios para ello. La única solución en esos casos suele ser plantar cara. En el caso del Rayo-Albacete se hizo, con éxito, y eso señaló un camino a seguir.
Bien. Se dijo en aquel momento que no se había actuado por un insulto sino por un insulto en concreto. Y efectivamente, demostrar que no fue así depende de que se proceda de la misma manera en otros casos. Pero ¿quién debe proceder? Pues está claro: las víctimas, los insultados, es decir, los deportistas. Para los clubes, el insulto en la grada es una molestia asumible, pues sólo lo es el términos de imagen -relativamente-, igual que en el pasado, hace unos 30 años, lo fue la violencia física. Si se procedió contra ella fue precisamente porque estaba pasando a ser un problema importante a nivel organizativo y económico, legal, si se quiere, pero es que lo legal tiene en último término un valor económico, a no ser que seas Jordi Pujol o similar.
En efecto, el insulto de la grada no es tan grave como lo que pasó en Heysel o Hillsborough, pero sí es el paso previo para esas situaciones, es lo que mantiene la imagen del fútbol como un lugar donde puedes hacer lo que en otros lugares está mal visto. En la situación actual, la ecuación es clara: el que insulta, paga, el insultado, cobra, pero el negocio depende de que el insultado se aguante. Por lo tanto, si realmente al insultado le importa serlo, no hay más salida que llevar el problema al campo de quien tiene el poder de impedir el insulto: el organizador del partido, el dueño del negocio.
Retírense del campo. Si quieren, adviertan antes pero si no se callan, váyanse. Abandonen. Que sí, que si el reglamento no lo ite, hay sanciones. Pues niéguense a aceptarlas. No permitan ser víctimas dos veces. No jueguen, no salgan, hagan huelga ¿No hay Asociaciones de Deportistas? Pues aquí tienen una ocasión de demostrar su valor en un aspecto importante, pues en él se dirime si el deporte conserva alguno de sus valores, o es en realidad un entorno en el que todo vale si es bueno para el negocio -encárguense ustedes de que no lo sea- con la pedagogía social que eso crea. Consigan que el insulto no sea negocio y ya verán qué pronto se identifica y se mete en vereda a quienes insultan, como se hizo hace años con aquellos ultras que tanto ambiente daban.
Ayer hubo insultos en las gradas del Palau Blaugrana en el 'clásico' siguiente a aquel de las ratas y al día de Zozulya. No ha pasado nada, de modo que es previsible que los insultos se redoblen en el siguiente compromiso, y así sucesivamente. Los jugadores se han aguantado. Bien: si no les importa, si cren que eso les va en el sueldo como por ejemplo creía Drazen Petrovic, cosa suya es aunque de nuevo podamos señalar lo de la pedagogía social. Pero entonces, si les da igual, pasen del tema. No hagan tuits ni declaraciones de apoyo, por favor...
P.D.: Un Real Madrid - Barcelona es siempre un partido de fútbol, aunque se juegue al baloncesto
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Alln_Kennedy
https://youtu.be/19StKqGVpjQ
The Raft. 1987 (Creepshow II. George A. Romero & S. King).
El fútbol, como todo fenómeno de masas, aglutina en sus arrabales parte de lo sobrante, la mismísima mancha negra de Creepshow que no se harta de engullir parásitos y tarados aunque ojo que no obstante, el no ser un hooligan descerebrado de esos que se citan en algún paraje adyacente al estadio para darse de hostias no invalida en absoluto que uno pueda verse envuelto en un ambiente de euforia encendido y miles de personas gritando aquel ciertamente reprobable slogan (que no transcribo, creo todos lo recordamos...), en tiempos del affaire Míchel & Valderrama (mediados'90)
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