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Hubo una época en la que la Guardia Civil utilizó un coche que nunca se pudieron comprar los clientes particulares en España. Se trataba de un Citroën 2CV muy especial, con dos motores y cuatro ruedas motrices, que había sido desarrollado como una alternativa económica a los Land Rover y Jeep Willys de su época, y con el que al parecer el Cuerpo Armado se garantizaba una movilidad por las zonas rurales inusitada.
La idea de aquel coche no fue en realidad de los responsables de Citroën, sino de un ingeniero francés llamado Maurice Bonafous que al parecer andaba sobrado de pericia y de tiempo. Teniendo que buscar un sustituto al Jeep con el que había sufrido un accidente, en 1955 se le ocurrió 'trucarlo' (si se nos permite esta expresión) acoplando a su sencillísimo 'dos caballos' un segundo motor en el maletero que se encargara de dar fuerza a las ruedas posteriores. Y el 'invento' funcionó.
Lo tomaron en serio
La original idea llegó a oídos de los responsables de Citroën porque el hermano de Maurice se encargó de enviar una carta a la sede de la marca en la que contaba la adaptación, que ilustraba con varias fotos y dibujos. Y en Citroën no se lo tomaron a broma y tardaron poco en enviar a casa de Bonafous varios ingenieros que tomaron buena nota de todo.
Así, en 1958, tres años más tarde, Citroën mostraba en acción su nuevo 2CV 4x4 ante multitud de periodistas y de responsables de empresas sas, que pudieron comprobar hasta qué punto un coche sencillísimo se movía de manera magistral sobre la arena (su peso era bajísimo en comparación con el de un 4x4 tradicional) y podía superar pendientes del 40% con cuatro ocupantes.
Primeros contratos
Pero aquel coche todavía no era definitivo y hubo que esperar hasta 1960 para que empezara la producción del que llamaron 2CV Sahara. Para entonces el ejército francés ya había dicho que no le interesaba, lo que supuso todo un varapalo para la marcha de los chevrones. Pero sí lo aceptaron el servicio de minas francés, la gendarmería, los servicios médicos galos de las zonas de montaña y alguna compañía petrolífera, lo que no estaba nada mal.
En nuestro país, como ya hemos mencionado, el 2CV Sahara nunca se puso a la venta a clientes particulares, pero eso no quitó que sí circulara por nuestro territorio. Todo gracias a que la Guardia Civil encargó 86 unidades, que fueron fabricadas entre julio y diciembre de 1964 en la fábrica de Citroën en Vigo. Y como se trataba de un coche con componentes especiales, al pedido se sumaron otros 15 coches que nunca se estrenaron y que finalmente fueron desmontados en la propia planta de Vigo para servir de recambio; había que tener en cuenta que los coches iban a sufrir mucho 'trote'.
Caros, pero con un gran descuento
El coche costaba en Francia incluso más del doble que un 2CV 'normal', pero seguía siendo una opción más económica que los Jeep y los Land Rover y además se cuenta que el Cuerpo Armado español cerró el contrato con una rebaja del 35% en el precio de cada coche, así que se puede considerar que en cierta manera fueron un 'chollo'.
Pintados en verde oscuro, los 2CV Sahara se distinguían sobre todo por llevar la rueda de repuesto sobre el capó, tener aletas traseras recortadas para facilitar el cambio de las ruedas, contar con una tapa del depósito de combustible en cada una de las puertas delanteras (el coche tenía un depósito de 15 litros bajo cada uno de los asientos delanteros, uno para cada motor) y lucir por detrás una tapa del motor con un ventilador a la vista.
Con dos llaves de o
Los motores eran ambos de 425 cc, cada uno de ellos con 24 CV (después evolucionarían hasta los 28 CV). Para ponerlo en marcha el Guardia Civil encargado de conducirlo tenía dos llaves de o situadas a la izquierda del primitivo cuadro de relojes, tras un volante de hierro, y las cajas de cambios eran también dos, aunque con una única palanca, lo que requería una sincronización mecánica digna de elogio.
En realidad el coche se podía emplear con un solo motor pero la propia Citroën recomendaba que se utilizaran los dos para que ambos se desgastaran por igual. Además, si no se empleaban ambos el coche tenía menos capacidad de respuesta (alcanzaba 110 km/h con las dos mecánicas en marcha) y de motricidad en terrenos difíciles que el 2CV normal, ya que pesaba un total de 735 kg, 260 kg más que un 2CV convencional.
Demasiado ruido
Algunos del Cuerpo Armado se quejaban de que el coche funcionaba de manera extraña. Por lo visto, podía darse el caso de que el motor trasero siguiera empujando cuando no lo hacía el delantero e hiciera que el coche tendiera a deslizar de morro. Como también debió acabar alguna patrulla muy harta por el ruido que se percibía en el interior, ya que a los dos motores se sumaba que el coche no contaba con ningún tipo de insonorización.
Pero lo importante es que aquel coche fue de gran importancia para la Guardia Civil porque permitió una movilidad prácticamente igual a la que algunas patrullas tenían con el Land Rover, salvo en las condiciones de terreno más desfavorables. Y, a igualdad de inversión, el número de vehículos adquiridos por el Instituto Armado fue mayor del que hubieran podido comprar de Land Rover.
Condenados al desguace
Pero el tiempo fue pasando para unos coches que en realidad siempre fueron herramientas castigadas por la dureza del trabajo. En España aguantaron cerca de dos décadas y poco a poco fueron recalando en distintos desguaces para 'morir' olvidados. Y no corrieron mejor suerte los modelos adquiridos por el estado francés, país en el que sí se vendió en una corta tirada a particulares.
Por ello, se calcula que hoy día se conservan solo unos 30 ejemplares de los 693 que se construyeron de este coche. Y como lo escaso siempre apunta a cotizaciones altas, hoy día para comprar un 2CV Sahara en perfecto estado (es muy sencillo de restaurar y hay infinidad de respuestos) hay que desembolsar unos 100.000 euros. Es decir, ¡casi lo que cuesta un Ferrari Testarossa con sus 390 CV y sus 290 km/h de velocidad punta!... O incluso más, porque la casa Artcurial subastó en 2018 una unidad de 2CV Sahara por 172.800 euros.