- Motor. El Ferrari que no era para Steve McQueen pero el actor compró 'por accidente'
- Motor. Steve McQueen: de profesión, piloto
Hay dos formas por las que un coche puede consagrarse gracias a las 24 Horas de Le Mans. Una es la de haber tomado la salida en la carrera, si es a los mandos de un piloto de leyenda y habiendo conseguido una victoria, mucho mejor. Y la otra, mucho menos común, consiste en haber participado en la película Le Mans, esa cinta mítica que condensa la pasión por las carreras protagonizada por el actor (y piloto) Steve McQueen.
El caso que te vamos a contar pertenece a esta segunda clase y es el ejemplo de una enorme muestra de generosidad por parte de Steve McQueen. Pero primero situemos los acontecimientos: todo sucedió en la población sa de Le Mans en 1970, cuando el actor norteamericano acababa de hacer realidad su sueño de protagonizar una película sobre la carrera automovilística más épica de la historia.
El rodaje, en realidad, había sido caótico, pese a que McQueen había tratado de sentirse lo más a gusto posible. Entre esos placeres que le aliviaron los momentos de tensión se encontraban tres coches nuevos que había adquirido y pedido que le llevaran al set de rodaje: un Porsche 911 S, un Mercedes SL 'Pagoda' y un Jaguar Tipo E. Los coches los había empleado para desplazarse por la región y llegado el final del rodaje le tocaba llevárselos a Los Ángeles, junto a todo lo que la productora Solar Productions había desplazado hasta allí.
Un gran cocinero
Quien también estaba preparado para hacer las maletas era un joven suizo llamado Freddy Zurbrügg. Su profesión era la de cocinero y lo habían contratado porque un año antes se encargado con gran éxito de la comida de todo el equipo de rodaje en la película Al Servicio Secreto de Su Majestad, rodada en Suiza.
Pero Zurbrügg, encargado de preparar la comida diaria para 800 personas, había tenido tiempo para conocer a Steve McQueen, había creado un plato especial, al que acabó llamando "El filete de Steve", y al actor le acabó cayendo de maravilla.
Así que cuando les tocó despedirse le hizo un ofrecimiento al joven cocinero: le regalaba uno de los tres deportivos que se había comprado para el rodaje. Y además le dejaba elegir el que quisiera.
Cuatro décadas en su poder
Zurbrügg eligió el Jaguar Tipo E, un modelo con especificaciones para el mercado norteamericano que equipaba un motor de seis cilindros en línea y 4,2 litros con 265 CV y que por entonces tenía algo menos de 1.000 km en su marcador. Y lo sorprendente es que lo mantuvo durante cuatro décadas, hasta que hace dos años lo vendió por unos 300.000 euros gracias a la leyenda cinematográfica que rodeaba al coche.
Pero lo cierto es que Zurbrügg se equivocó y mejor hubiera hecho en elegir el Porsche 911 S, que además aparece al principio de la película con McQueen al volante. Porque si el Jaguar se revalorizó durante estas décadas y lo vendió muy caro, por aquel Porsche un coleccionista pagó nada menos que un millón de euros hace ahora 13 años.