En partidos como el Athletic-Valencia se echa de menos que no toda la Copa del Rey sea a partido único. Seguramente los jugadores acabasen exhaustos y no piensen lo mismo que los que vieron el partido, pero habría sido muy atractivo para el espectador ver una prórroga en un día así. Dos equipos a los que les caracteriza la intensidad llevaron el partido a una pelea que tendrá su segundo asalto en Mestalla.
El partido fue vertiginoso desde el inicio, como si la Copa se siguiese jugando a partido único. Ninguno de los dos parecía pensar en que este partido era sólo la primera parte de uno de 180 minutos que tendrá continuidad en Mestalla. El ambiente de San Mamés empuja a ello, desde luego.
Y eso que fue el Vaencia el que entró con mejor pie. Bordalás lo tiene claro. Ya de por sí, sus equipos funcionan mejor cuanta más alta es su intensidad. Y si enfrente tiene a su 'archienemigo' Marcelino, sabe que no se pueden relajar un momento porque, con otro estilo, la intensidad también es su punto fuerte.
El partido se jugaba a máxima velocidad, con duelos intensos en cada zona del campo. Se pisaba más la mitad del Athletic, pero los rojiblancos trataban de quitarse el agobio buscando la espalda de la defensa adelantada de su rival. Y con los minutos lo fue consiguiendo, desplazando el mapa de calor más cerca de la portería de Mamardashvili, que metió el miedo en el cuerpo a los suyos con un error tras una cesión de Diakhaby y después se mostró seguro ante un disparo escorado de Williams.
La igualdad se rompió a los 37 minutos, con un saque de falta de Muniain que fue un caramelo. La puso perfecta al segundo palo donde Raúl García le ganó el sitio por experiencia a Ilaix Moriba y remató picado a la red. El gol tuvo continuidad en otra ocasión de Williams, al que Diakhaby le sacó el balón en boca de gol justo antes de rematar.
Al descanso se fueron los dos equipos en medio que una tangana que le costó la roja a Maxi Gómez. Cogieron fuerzas en los vestuarios y siguieron con la pelea, esta vez deportiva, en la segunda. El partido mantenía la tónica, con continuos duelos que enmarañaban mucho el juego. Mucha lucha y poca continuidad del balón, que no le duraba demasiado tiempo a ninguno de los dos. Las áreas, eso sí, se pisaban poco.
En una de esas ocasiones, el Valencia logró el empate, en un rechace de Agirrezabala a tiro de Bryan Gil que Hugo Duro, muy listo en el área pequeña, empujó a la red. El delantero madrileño ya dio la clasificación ante el Cádiz y volvió a marcar un gol muy valioso en esta competición en la que no entró con demasiado buen pie con el Getafe en aquel partido, precisamente, en Mestalla, donde se está ganando un hueco a base de trabajo y goles.
Quedaba casi media hora por delante aún y el ritmo no bajaba un ápice, aunque sí se empezaba a evidenciar que todavía queda un partido más para dilucidar el finalista. La intensidad se mantenía, por algo es el sello de ambos, pero no existían urgencias. Tampoco claridad en los ataques. A tanta velocidad no es fácil, desde luego. Eso hizo que ambos diesen por bueno el empate lo dejasen para el dueo de la vuelta.