La última vez que un inglés ganó el British Open fue en 1992. Aquel año Nick Faldo levantó su tercera Jarra de Clarete y desde entonces destacados jugadores como Ian Poulter o Lee Westwood no llegaron a recoger el testigo. La responsabilidad recayó después en golfistas como Justin Rose, Tommy Fleetwood y últimamente Matt Fitzpatrick, pero tampoco hay manera. Inglaterra quedó 'varada' desde entonces, pero este año puede ser en el que se rompa la racha, de la mano del citado Rose (segundo a un golpe de Horschel) o incluso del poco conocido Dan Brown.
Quizá a algunos les choque, pero el público escocés tiene en gran estima al inglés Rose y festeja sus aciertos. En Escocia no olvidan la gran contribución de JR al equipo europeo de la Ryder Cup y todo lo que ha luchado durante su carrera, hasta el punto de haberse metido en el presente Open a través de uno de los torneos clasificatorios.
Resulta casi impensable que todo un exnúmero uno mundial, ganador del US Open (en 2013 rompió una racha de 43 años sin victoria inglesa), campeón olímpico, vencedor de la Fedex Cup del PGA Tour y de la Orden de Mérito europea, tuviera que recurrir a las previas de hace dos semanas para lograr meterse en su 21º Open. De hecho, es el segundo que más participaciones acumula sin victoria de todo el field; Adam Scott es el primero. Hasta ganó el trofeo Nicklaus-Jacklin a la deportividad en la pasada Ryder.
Rose, que nació en Johanesburgo (Sudáfrica), tiene tres 'top 10' en el British (segundo en 2018), uno de ellos muy especial. Sería bonito que lograra cerrar el círculo, pues en su debut en el torneo en Royal Birkdale en 1998, consiguió la Silver Medal que se entrega al mejor amateur del torneo, al quedar cuarto. De momento se ha ganado una buena oportunidad como la que no tenía en un grande desde el Masters de 2021 al que llegó muy bien al último día. ¿Será quien rompa la sequía?
El mensaje de Rose fue claro cuando se clasificó en Burnham & Berrow: “Tuve una motivación enorme. El Open ha sido una especie de cuento de hadas y una historia de amor para mí desde que tenía 14 años y llegué a la clasificación final en Scotscraig (1995)".
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