Medio siglo del fin de la infamia

Hay efemérides tan difíciles de celebrar como de olvidar. Una redonda se cumple en esta edición del Masters de Augusta este jueves. Han pasado 50 años desde que, a pesar de una corriente opositora, Lee Elder se convirtió en el primer golfista negro en jugar un golpe en el torneo de los maestros, que había esquivado las invitaciones a buenos jugadores, incluido Elder, durante años. Pudo disfrutar de lo que se negó a Charlie Sifford o Pete Brown, ganadores del PGA Tour en la década de los 60.

La clasificación para Augusta la obtuvo con 51 semanas de antelación tras ganar el Montesanto Open de 1974 en Pensacola. Cliff Roberts, el presidente del club, se apresuró a informar que Elder estaba invitado. Lo aceptó a regañadientes, con el fariseísmo que en España se aceptó a los mudéjares, consciente de que se montaría un buen pifostio. El club no estaba obligado a invitar a nadie, aunque solía tener deferencias en determinados torneos. "Pensé que me invitarían cuando gané el Abierto de Nigeria en 1971, pero Roberts dijo que eso era para que viniesen más jugadores extranjeros y que yo era estadounidense", confesó.

El golf necesitaba tirar abajo esa barrera. El béisbol la había roto con Jackie Robinson en 1947; Martin Luther King había sido asesinado siete años atrás; Muhammad Ali había vuelto a los rings tras tres años sancionado por no alistarse a la guerra de Vietrnam; Shirley Chisholm, ya hacía ruido como precandidata demócrata a la Casa Blanca. Ya tocaba. "Roberts se mostró acogedor conmigo, pero sabía lo que pensaba en realidad por dentro", reveló Elder en una entrevista.

Elder tenía 40 años cuando se presentó en el Augusta National, donde era obligatorio jugar acompañado de caddies locales negros, una norma que no se vencería hasta 1983. Las amenazas de muerte se convirtieron en algo cotidiano durante esas semanas. Hasta el gran torneo, su juego fue pobre. "Me obsesioné con el Masters. Me levantaba pensando en él y me acostaba pensando en él", reconoció.

 El golfista alquiló dos casas cerca del campo y dormía alternativamente en ambas para que nadie supiese dónde estaba. Dos policías le escoltaban por el campo. La víspera se negaron a servirle en un restaurante por su condición racial. "Hoy estamos cerrados", le dijeron. Los periódicos habían concedido una tregua al interés por el fin de la guerra de Vietnam que acabaría ese abril de 1975 para centrarse en esta conquista social. A Elder lo abrasaban a peticiones de entrevistas.

A las 11.15 del jueves 10 de abril de 1975, en el que terminó siendo la quinta victoria de Jack Nicklaus, se quebró la infamia. Ataviado con unos pantalones a cuadros y un niqui blanco, dio un golpe para una nueva etapa. Aunque arrancó con dos 'birdies', tiró 74 golpes y, al día siguiente, 78, que lo dejaban fuera del torneo por cuatro golpes. Sin embargo, ya derrotado, se produjo un episodio que la memoria no ha olvidado.

Mientras Elder avanzaba por la calle del hoyo 18 hacia el green, todo el personal de color del campo, camareros, porteros, limpiadores..., a los que se podía distinguir por sus uniformes, se fueron agolpando en el green. El resto de espectadores fue abriéndoles hueco para darle forma a la reivindicación. "Gracias por venir, señor Elder", le dijeron. Aún repetiría cinco viajes más al Masters.  En 1997, Tiger Woods con su primera victoria cambió la historia para siempre. Hoy Condolezza Rice, una de las seis socias del Augusta National, de una aristocracia que no supera los 300, encarna el triunfo final. Lee Elder falleció en 2021. Su legado es eterno.