- Masters Augusta. El día que Jon Rahm jugó bajo par sin meter ni un putt de 'birdie'
La clasificación del Masters de Augusta se puede medir con distintos termómetros. Se puede calibrar en la comparativa manida de PGA Tour y LIV. Sólo dos jugadores de la liga rebelde, Bryson DeChambeau y Tyrrell Hatton, pelean por la chaqueta en el ecuador. También por lo inmediato, la pelea entre europeos y estadounidenses que desembocará en septiembre en la batalla de Bethpage de la Ryder Cup. Ahí se desequilibran las fuerzas. Rose, McIlroy, Hatton, Rasmus Hojgaard y Lowry, en un bando, frente a DeChambeau, Scheffler. Pero si se lo que se barema son los decibelios, no hay discusión de quien quiere que gane la parroquia: el fornido y científico DeChambeau.
Acabó la jornada con un 68 que le colocaba en segundo lugar, tras cinco birdies y un bogey, y atravesó el pasillo que llevaba desde el green del 18 al edificio de recogido de tarjetas chocando la palma de su mano con todo el que lo demandó, como los triunfitos pasaban la pasarela en el concurso televisivo. Era un tipo feliz, contento porque el trabajo está saliendo. A última hora del jueves, caída la noche, y a pesar de una buena vuelta de 69 golpes, estaba en prácticas dando bolas. Nadie está trabajando más que él en este Masters. "Abría demasiado la cara del palo y quería corregirlo", reveló.
No hay aspecto del juego que no haya trabajado. Antes del torneo escrutó entre varios drivers cuáles de sus cabezas se iban hacia la derecha, cuáles hacia la izquierda y cuáles hacían demasiado efecto de retroceso para escoger el idóneo. Viendo las estadísticas pasadas, ha estado practicando este año putts de 5 a 8 metros para mejor su rendimiento. Hasta sus momentos de distracción en el canal de Youtube versan sobre golf. Reta a aficionados a volar con un golpe por el tejado de su casa y ese tipo de desafíos que se convierten en virales. Ya se vio cuando el año pasado ganó el US Open. En carisma es muy superior a Scottie Scheffler, que no estuvo súper en la segunda ronda.
"Estoy emocionado", reveló cuando se vio a un golpe de Justin Rose, el inglés mucho más discreto que el jueves. Rose, aún así, bate récords en cabeza. Es el tercer líder más veterano a mitad de Masters de la historia. Ha liderado cinco veces la primera jornada, una más que Nicklaus, aunque no tiene aún una chaqueta. En un deporte que nunca presumió de excesiva obsesión con la maquinaria de alto rendimiento, se ha traído un camión de salud y bienestar con sala de vapor, máquina de oxígeno que respira a través de una máscara y una habitación de frio para bajar el lactato.
DeChambeau fue, sin duda, el héroe del jueves junto a Rory McIlroy. El norirlandés se llevó un buen palo el jueves después de los dos doble bogeys casi consecutivos. Pero tiene una capacidad de reseteo dominante. También en sentido inverso. En el Open Británico de 2010 pasó de un 63 a un 80 en 24 horas. El viernes recorrió el camino inverso y sin bogeys. Tiró 66 golpes con un eagle, en el 13, y cuatro birdies.
"El jueves acabé frustrado", reconoció. Tanto que ni se paró a atender a la prensa. "Fue un buen recordatorio para saber que en este campeo siempre hay que estar alerta". Se fue a casa corriendo para ver a su hija antes de que se acostase, algo que agradeció. Y en la mañana del viernes habló con el viejo Bob Rotella, el primero de los psicólogos que se acercó al deporte, que le recordó que el golf son 18 hoyos y que no era necesario salir impaciente. En los primeros 9 hoyos sólo hizo un birdie. La traca llegó después. Hizo 31 golpes por los nueve segundos. La paciencia coronará al ganador.
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