- Crónica. La maldición olímpica de Niko Shera
El deporte tiene, en muchas ocasiones, esas cosas. La crueldad, a la par que la belleza y esa es la cosa que lo hace diferencial, del mismo hace que Niko Shera, uno de los mejores judokas de la historia de España (el único bicampeón mundial con títulos en 2018 y 2021, y sumándolos cuando solo Miriam Blasco e Isabel Fernández los habían conseguido -posteriormente llegó el de Fran Garrigós-), siga dándole al palo en los Juegos Olímpicos, el mayor escenario del deporte mundial. Si en Tokio fue Bobonov, un uzbeko con el que nunca había perdido. En París y sus imponentes Campos de Marte cayó contra un compatriota de su verdugo en Japón, Turoboyev.
Shera tuvo un día de sabores diferentes. El de la mañana fue agrio porque perdió con el suizo Daniel Eich. Por la tarde vivió la alegría tras tumbar a Wolf, pero Turoboyev pasó como un avión en la final del bronce. Palo, de nuevo. "Aquí no saco mi mejor versión. No lo he conseguido, estoy un poco triste por ello", reconoció, sincero, el judoka nacido en Georgia y afincado en España desde pequeño.
Aquí no saco mi mejor versión
Tokio pareció otra cosa, todo sea dicho. Aunque el final es similar. "Allí estaba peor. Aquí, sin desmerecer a mis rivales, estaba bien. Podía creer en la medalla", señaló. El camino se le torció, entre la versión y encontrarse por el bronce con un muro uzbeko. "No piensas en cómo estás, ves que ganas y sigues. Después no tenía que haber perdido con Eich. Con Turoboyev sí, fue mejor", agregó.
Pasó del cielo al infierno. Tras levantarse de una grave lesión, cambiar de peso y volver a la élite. Estaba a un paso de cerrar un círculo. "Noto que no estoy al 100% desde que piso el tatami. Yo estaba bien, tenía grandes sensaciones y había disfrutado del trayecto. Pero es llegar aquí y me falta un poco más", concretó. Duro, porque los cruces tampoco fueron beneficiosos y su verdugo, Turoboyev, había caído con el campeón olímpico minutos después y número 1 del mundo, el azerí Kotsoiev (batió al georgiano Sulamanidze).
Es llegar aquí y me falta un poco más
"Soy muy perfeccionista y, a veces, no lo puedo controlar todo", explicó, además, en relación a ese cambio en una cita como los Juegos. Un duro varapalo después de pasar por muchos episodios diferentes y que construyen al deportista de forma diferente. En los Campos de Marte poco importó.
Pero la vida sigue. Niko tiene 28 años y podría afrontar otro ciclo rumbo a Los Ángeles con garantías, más estabilizado en el peso y con mucho mayor rodaje contra todos sus rivales de entidad. Aunque para eso primero hay un camino que quiere recorrer. "Quiero dedicarme a lo que me gusta hacer y disfrutar. También quiero tener salud, porque es lo más importante. Si después quiero volver con todo porque es lo que me motiva y hace feliz, lo haré", sentenció.