Daba un poco igual el color de la medalla. Hablando en plata, el baloncesto 3x3 llegó para quedarse, para enamorar con su ritmo frenético, para enganchar con su trepidante emoción, para reinventar el básket, para acercarlo a la calle, en la máxima extensión de la palabra. Algún día se contará que la selección femenina, con Vega Gimeno, Sandra Ygueravide, Gracia Alonso de Armiño y Juana Camilión, hizo historia en los Juegos de París 2024 para iluminar a los aficionados con una nueva versión, sugerente, transgresora, moderna y atractiva, de este bendito juego en constante evolución.
Si en Los Ángeles 84 se produjo un 'boom' con el baloncesto por la inesperada medalla de plata de aquel equipo que convirtió nuestras noches en vela en sueños cumplidos (inolvidable triunfo ante la extinta Yugoslavia), las mujeres del 3x3 lograron la mayor de las victorias: alumbrar el interés por un deporte que llamaba la atención de poquísima gente, convertirle en tendencia, despertar un amor. Se televisó en La1. Ver para creer. Eso no tiene precio. Es impagable.
Fue una gran suma para el botín español, una de esas medallas inesperadas (en una disciplina deportiva tan imprevisible por su propia naturaleza) que saben mejor. El lunes dejó imágenes para la historia que alimentan el espíritu olímpico. Bing Jiao recogió su medalla de plata en bádminton con un pin del COE en homenaje a Carolina Marín y Simone Biles, que perdió el oro en suelo ante la brasileña Andrade, la hizo una reverencia en el podio. Saber ganar y saber perder. Legendaria.