- Llegada. Carlos Sainz, recibido en Madrid por varias decenas de aficionados
- Una leyenda. "Carlos hacía correr una castaña"
Cuando se retire, Carlos Sainz pasará a la historia del deporte español, probablemente, como el campeón más duradero de todos: un deportista infinito, que arrancó siendo campeón de España de squash en 1979. Por fortuna luego se pasó al automovilismo y es hoy en día el único capaz de sobrevivir a su generación y sobrepasar varias épocas gracias a su enorme espíritu competitivo y su habilidad para reinventarse, cualidades imprescindibles para dilatar la carrera de cualquier deportista más allá de los límites lógicos de la edad.
La carrera de Sainz, que arrancó con unos trompos en el colegio con el 850 de su padre, tiene la virtud poco común de conjugar lo mítico y añejo con lo moderno y actual. Fue el eslabón entre aquellos campeones clásicos en blanco y negro y los de la era moderna que protagonizaron la primera época dorada del deporte español a principios de los años 90: Miguel Induráin, Arantxa Sánchez-Vicario, Conchita Martínez, Sergi Bruguera, Fermín Cacho, Manel Estiarte, José María Olazábal, Theresa Zabell, Jordi Tarrés, la selección olímpica de fútbol y él mismo, Carlos Sainz.
Tras dar sus primeros pasos en los 80 sumando los títulos nacionales en la Copa Renault Iniciación de 1982 y en la Copa Nacional Renault de 1983, Sainz terminó recogiendo el testigo de Ballesteros en el plácido pasto del Abierto Británico de 1988 y, a bordo de su Toyota Celica, nos llevó a toda velocidad por estrechas pistas de asfalto, tierra y nieve. Con una fuerza arrolladora, como su propia personalidad, popularizó en España una disciplina relativamente joven y poco conocida que hasta entonces era exclusiva de unos cuantos locos del volante y estaba dominada por italianos, alemanes y nórdicos. Su primer título del mundo llegó en 1990, un año antes de que Induráin ganara el primero de sus cinco Tour de Francia y tres antes de que Sergi Bruguera conquistase Roland Garros después de dos décadas desde el éxito de Andrés Gimeno.
Ojos de gato
Sainz ya había avisado en su primera carrera del Mundial, en Portugal 87, con aquél Ford Sierra con solo dos ruedas motrices. Un debut visto y no visto, pero espectacular, porque debutar y marcar un 'scratch' en la primera especial solo lo hacen los elegidos. En boca de todo el mundo en los rallies se dedicó dos temporadas, 87 y 88 a realizar esporádicas apariciones con la firma del óvalo en el Mundial, salpicado de averías y de actuaciones sorprendentes para un piloto de un país sin la tradición nórdica.
Ha sido uno de mis grandes legados, conseguir que un piloto pudiera valer para todas las pruebas y superficies, acabar con los especialistas de uno o dos rallies, que era la moda
A la par que conquistaba dos títulos de España, el momento clave lo marcan su 1.000 Lagos del 88, plantando cara a pilotos veteranos y especialistas en saltos, para finalizar sexto, y aquél San Remo donde le bautizaron 'Ojos de gato' por su forma de pilotar envuelto en niebla, eso sí, con unas notas excepcionales que la hacían ver lo que los demás no podían.
Sainz, que corría el Nacional con Ford a cambio de poder debutar en el Mundial, iba picado a la cita italiana porque desde Lancia consideraban que no necesitaban a un español especialista en asfalto. Y se los comió a todos. "Ha sido uno de mis grandes legados, conseguir que un piloto pudiera valer para todas las pruebas y superficies, acabar con los especialistas de uno o dos rallies, que era la moda".
Ambas demostraciones hicieron que Ove Anderson, hombre de los rallies reconvertido en mánager y director del equipo Toyota, le fichara para 1989, primera vez que un piloto español tenía contrato par aun año completo. Aunque estuvo plagado de averías y abandonos con el Celica Four Gr.A., en el que el piloto madrileño quedó octavo tras competir en siete rallies. Y entonces en el 90 todo cuadró, el que vería la primera victoria de un español en el Mundial (sólo Puras y Sordo han logrado victorias además de Carlos), la primera vez que un no nórdico ganaba en Finlandia tras 40 años de dominio, y el primer título Mundial. Un año básicamente perfecto que empujó a una nueva generación de aficionados al motor y de chavales a probar en los ralles, que metió a España en el calendario del Mundial e incluso animó a Seat al certamen.
Después del subcampeonato de 1991, su segundo título mundial llegó en 1992, año olímpico y el de la definitiva explosión del deporte español. Sainz fue el germen de una época dorada del deporte español en los 90 y precursor del gen competitivo que luego 'heredaron' otros campeones recientes.
Sainz terminó su carrera con 26 victorias, 97 podios, 757 scratchs (mejor tiempo en un tramo del Mundial WRC) nombrado como el mejor piloto de la historia por el resto de pilotos y jefes de equipo en 2004, reeditado en 2020 (por periodistas y aficionados), cuatro subcampeonatos y la sensación de que su mecha no se había apagado aún. Y tanto. ya que aún le quedaba cuerda en los raids donde evidenció que además de velocidad y manos, su capacidad para poner a punto coches, hacerlos ganadores, le sigue colocando en los mejores coches.
Así es el único de los grandes pioneros del deporte español que sigue en activo con tres mundiales, dos de rallies y uno de raids (2007) y tres dakares con tres marcas diferentes: 2010 Volkswagen, 2018 Peugeot y 2020 Mini. Posee 42 victorias de etapa en el raid más duro del mundo, el cuarto piloto de todos los tiempos.
Entre sus condecoraciones, todas: ORDEN OLÍMPICA 1997 Otorgada por el comité Olímpico Español, GRAN CRUZ DE LA REAL ORDEN DEL MÉRITO DEPORTIVO 2001 Otorgada por S.M. el Rey Don Juan Carlos I, MEDALLA DE ORO AL MÉRITO DEPORTIVO 2001 Otorgada por el Ayuntamiento de Madrid y el PREMIO PRINCESA DE ASTURIAS DE LOS DEPORTES 2020 Otorgado por la Fundación Princesa de Asturias