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Tanto miramos la historia de marcas como Ferrari o Lamborghini, que a menudo se nos olvida que en España también tuvimos una marca de deportivos irada en todo el mundo, aunque su vida fuera breve. Y uno de sus frutos, un Pegaso Z-102, va a subastarse este 25 de enero en Arizona y se espera que se venda por entre 500.000 y 600.000 euros.
Pegaso pertenecía a la Empresa Nacional de Autocamiones, S.A. (ENASA), una sociedad creada en 1946 sobre las 'cenizas' de Hispano Suiza (otra marca que fascinó en todo el mundo). En aquella época de postguerra nuestro país vivía sumido en la pobreza general, por lo que producir los deportivos más vanguardistas parecía fuera de toda lógica.
Fabricarlo suponía perdidas
De hecho, producir cada coche suponía pérdidas para Pegaso, pero según Wifredo Ricart, un español que había sido ingeniero jefe en Alfa Romeo y recaló en Pegaso para comandar el desarrollo de sus deportivos, en realidad era beneficioso porque servía para estimular la industria automovilística nacional.
El gran fruto de Pegaso (dejando los camiones aparte) fue el Z-102, del que se produjeron 83 chasis. La mayoría de ellos se enviaron a carroceros como Saoutchick, Touring y Serra. Pero la marca se quedó con 19, de los cuales 11 se hicieron con la misma carrocería del que va a ser vendido a golpe de martillo por RM Sotheby's.
Con motores V8
El coche estaba montado sobre un chasis de acero que en general resultaba muy ligero, equipaba un eje trasero de tipo De Dion y unos motores V8 que comenzaron con 2,5 litros, aunque ya desde el principio también pudieron ser de 2,8 litros (como el de este ejemplar) y en los modelos finales alcanzó los 3,5 litros.
Equipado con cuatro carburadores y un cambio manual de cinco velocidades, este Z-102 de formas tan poco aerodinámicas dejó boquiabierto al mundo entero al ser capaz de alcanzar 243 km/h de velocidad punta en 1951, lo que suponía un nuevo récord del mundo de velocidad para coches de producción.
Le cortaron 'las alas'
En realidad no fue el único récord mundial de Pegaso, porque Celso Fernández, su mítico probador, también batió con otros coches de la marca los récords de kilómetro y milla con salida parada. El caso es que la leyenda de Pegaso se vino abajo porque en 1957 cortaron el presupuesto y los coches se dejaron de fabricar. De haber continuado, quizá hoy tendríamos una marca a la altura de las más prestigiosas firmas italianas y británicas, y quizá este Z-102 se vendiera por muchos millones de euros. Pero esa es otra historia.
La unidad a la venta se inscribió en el Gran Premio de Mónaco de 1952, año en el que la corrieron coches deportivos, pero el piloto Juan Jover no logró clasificarse para tomar la salida. Al año siguiente Pegaso empleó esta unidad para experimentar la sobrealimentación, y en 1955 pasó a manos de un propietario de Madrid.
Periplo por el mundo
Desde entonces comenzó un periplo de coleccionistas que cada vez parecen haberlo valorado más: en 1963 se vendió y fue pintado de dorado; en 1964 lo compró un coleccionista suizo que se lo llevó circulando hasta Ginebra; en 1979 se sabe que volvió a 'vivir' en Madrid; en 1980 se marchó a California (Estados Unidos); en 1990 lo adquirió otro coleccionista norteamericano, que lo restauró por completo aunque lo dejó con un solo carburador, para que el coche fuera más fiable; y en 2012 lo adquirió el que ha sido hasta ahora su último dueño.
El Concurso de Elegancia de Pebble Beach que se celebrará a finales de agosto en California tendrá en Pegaso a su marca destacada. Seguro que su nuevo dueño no pierde la ocasión para mostrar allí su flamante compra.