Hoy hace 25 años que unas personas que iban al fútbol a hacer daño, hasta a matar si lo veían posible, atacaron a otras que iban al fútbol a divertirse y mataron a uno.
Hoy hace 25 años menos un día que el mundo del fútbol se apresuró a absolverse a si mismo diciendo que lo sucedido no era fútbol, como si fuera por casualidad que los criminales formaran parte de un grupo que apoyaba a un club y estuvieran en el estadio en día de partido para agredir a seguidores rivales.
Hoy hace algo menos de 25 años que la justicia echó por el crimen 17 años de cárcel al que dio la puñalada pero absolvió al resto de la jauría que le acompañó en la acción. Y consideró que no eran un grupo organizado sino "sólo una pancarta".
Sabemos que en España, en aquellos años, todos los clubes tenían ultras. Y que no eran mal vistos por los clubes ni muchos jugadores. En algunos casos se los apoyaba directamente.
Hoy hace algo más de cinco años que supimos que el asesino tenía el tercer grado y aprovechaba sus permisos para ir al fútbol en apoyo al club cuyos colores llevaba. En Bélgica le detuvieron de nuevo.
Sabemos que se tomó alguna medida. Que algunas funcionaron algo. Que otras...
Sabemos que el partido se jugó. Sabemos que el asesinato no era competencia de la Comisión Antiviolencia de entonces -pasó fuera del campo, claro. En la puerta, entre público, pero fuera-. Y por tanto no hubo sanciones. Sabemos que hubo quien siguió yendo al fútbol a burlarse de la víctima de aquel día. Sabemos más cosas de la grada que les acogía y de esa gente. Sabemos que todo el mundo miraba para otro lado o decía no haber oído nada. Y que eso duró años. Y quizá aún resurja...
Sabemos que vemos con naturalidad que casi todos los partidos de fútbol sean considerados de alto riesgo. Que alguna voz se levanta cuando se insulta o cosa peor a mujeres y niños. Pero también que hay quien considera que insultar es su derecho.
Sabemos que hay gente que tira piedras y esconde manos. Sabemos que antes los ultras mataron a gente. Que después mataron a más. Nada quita culpa de este crimen: la agrava. Nadie puso coto.
Y no sabemos de que hoy, 25 años después, el fútbol tenga un recuerdo perpetuo e institucional a Aitor Zabaleta.