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Antes de que empiece el partido en el Olímpico de Helsinki habrá dos momentos que se hayan visto repetidamente. Uno, el penalti con el que Rafael Santos Borré dio el título al Eintracht; el otro, el balón cruzado de Fede Valverde que Vinicius mandó a la red para darle al Madrid su Decimocuarta Copa de Europa.
El 20 del Madrid se presenta en Finlandia como una de las estrellas ya no de partido, del fútbol europeo. La temporada pasada, en la que la confianza de Ancelotti en Vinicius fue total desde el primer entrenamiento, supuso la entrada del brasileño en la elite. Después de tres campañas en las que las dudas se imponían a los destellos que lanzaban, Vini cuajó un campaña redonda. Todo ese proceso de subidas y bajadas los tuvo que atravesar con un edad en la que en cualquier otro equipo el escudo de la juventud sería un protector extraordinario.
Pero a sus 22 años, Vinicius sabe bien lo que es convivir con los excesos, sea en críticas o en elogios. A pesar de su juventud, sabe de primera mano lo que es la presión extrema en el mundo del fútbol. Durante mucho tiempo le tocó demostrar que era capaz de superar los palos, incluidas situaciones en las que a un chaval de apenas 20 años se le ridiculizaba. Ahora le toca mostrar madurez, que el éxito, los premios y los elogios no le introducen en un mundo en el que muchos talentos han quedado atrapados hasta la derrota.
En ese proceso lo ha atravesado el brasileño sin ayuda psicológica. No porque no crea en ella y sí porque se sentía con la suficiente fuerza interior como para transformar las incertidumbres y la voracidad de las críticas en lo que hoy se ve sobre el campo.
En otro escalón
El gol al Liverpool en Saint-Denis coloca al brasileño en otro nivel, el de los jugadores que han decidido la Champions: el de los Mijatovic, Zidane, Gento, Koeman, Havertz... Es hasta ahora el momento más álgido de un camino que comenzó con el Real Madrid en otra Supercopa de Europa. La de hace cuatro años, ante el Atlético de Madrid en Tallin, la vivió entera en el banquillo. Lopetegui tenía claro que no estaba al nivel competitivo que exigía el Madrid, por mucho que en el club se hicieran oír poderosas voces diciendo que el camino era ponerlo a jugar desde ya. El entrenador no cambió de idea y afrontó un punto de roce que le desgastó.
Ahora, Vinicius vuelve a la Supercopa de Europa. Pero lo hace en otro mundo. El chaval que tenía que demostrar que lo pagado por el Madrid no era una locura ya ha enterrado ese debate. El gol de la Decimocuarta es la respuesta más rotunda. Pero hay más, porque la campaña pasada la cerró con otros 21 tantos más, 16 asistencias y una sociedad con Benzema que sembró el pánico allá por donde pasó.
Más exigencia
Las consecuencias de lo hecho la temporada pasada, con el gol al Liverpool como joya de la corona, hace que desde el pasado 28 de mayo nada sea igual en su visa. Lo ha comprobado en sus vacaciones, en las que ha sentido que su popularidad está varios puntos por encima de antes. Y su valor comercial se ha disparado para situarle entre los futbolistas con más tirón para las marcas.
Eso también es exigencia. Y lo sabe Vinicius. Su cabeza está centrada en ir a más. Sabe que sigue en fase de crecimiento y que por mucho que haya avanzado, en el Madrid no hay espacio para bajar el rendimiento.
Y esta no es una temporada más. Porque hay Mundial, el primero que se le presenta en su carrera. Hoy nadie duda de que el madridista estará entre los elegidos por Tite para estar en Qatar.
Coser a la camiseta de Brasil la quinta estrella es otro de los objetivos que tiene Vinicius. La última vez que la Seleçao conquistó el mundo, el aún no tenía dos años. Demasiado tiempo para cualquiera que se ponga la verdeamarela.