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Divide y perders 7562e

domingo, 17 octubre 2010, 14:53 5r5q6w

“Gobernar es una eterna toma de decisiones”, dijo recientemente Lula en su ltima entrevista como presidente de Brasil. Es la consecuencia del liderazgo, de cualquier liderazgo. En el ftbol, tambin. Sandro Rossell todava no lo ha aprendido. Hasta hace poco se haba movido con astucia en el terreno de la oposicin, donde era ms conocido por sus silencios que por su ideario. Ni en sus posiciones ms frreas se mostr contundente. Atac el nombramiento de Johann Cruyff como presidente de honor del Bara y dijo que llevara el caso a la asamblea del club si fuera elegido presidente. Tambin dijo que se abstendra en la votacin. Visti esa contradiccin de prudencia. El problema es que dio la imagen de indeciso.

Como presidente, Rossell no ha tenido que resolver el caso Cruyff. Se lo resolvi el holands cuando se present en las oficinas del club, entreg la insignia que le haba impuesto Laporta y renunci a la presidencia honorfica. Sus primeros meses de mandato no han sido un ejercicio de firmeza. Rossell ha mirado ms hacia el pasado que hacia el futuro. Se ha preocupado ms de sus disputas con Laporta que de transmitir una idea vigorosa del Bara. En el captulo deportivo no se he hecho sentir como un dirigente fuerte, el lder de un club que atraviesa su edad de oro y que aparentemente no tendra rivales para cumplir sus objetivos. Sin embargo, sus dos inmersiones en el mercado se saldaron con un fiasco. Dos meses despus de la contratacin de Villa por Laporta, el Bara no consigui fichar a Cesc Fbregas, ni a Ozil, sus dos principales objetivos.

En el aire flota la idea de un Laporta con tendencia a los excesos, pero con bravura y rapidez para decidir. La sensacin que transmite Rossell es la contraria. Parece sometido a enormes dudas que le superan. Su obsesin por el pasado es uno de los peores sndromes de los gobernantes. No hay uno que no quiera tomarse la revancha con su predecesor, pero hay muy pocos que las materializan despus. No lo hizo, por ejemplo, Florentino Prez con Lorenzo Sanz o Ramn Caldern. No lo hizo Laporta con Joan Gaspart. Cuando alcanzaron la presidencia, se ocuparon del club y enterraron sus cuitas en un cajn. En los dos casos asumieron que el club terminara dividido y daado en caso de vendetta, incluso si estuviera revestida de ejercicio de transparencia.

Rossell no puede convertir a un ex presidente, por muy Laporta que sea, en el centro de gravedad del club. O es un signo de ingenuidad, o de ausencia de proyecto. En cualquier caso, es un error. Tras su abrumadora eleccin como presidente, a Rossell le tocaba comprender su nuevo papel, el del lder de una institucin gigantesca, faro del ftbol en muchos aspectos, defectuosa en otros, sometida a urgentes desafos que, en gran parte, se deban a la desahogada conducta de Laporta. Precisamente por eso fue elegido Rossell, para resolver los problemas y comenzar la regeneracin, no para empantanarse en asuntos del pasado que procuran buena venta popular pero muy mal arreglo.

Es probable que Laporta haya cometido excesos, y en algunos de ellos quiz se le pueda atribuir a Rossell un cierto grado de corresponsabilidad. Fue su vicepresidente durante algn tiempo. Si Rossell considera que las acusaciones de fraude slo suponen un problema para Laporta, se equivoca. Son un problema para el Bara. No hay un cordn sanitario que separe la figura de un ex presidente de la institucin, al menos en todo lo que significa ruido meditico y jaleo popular. Es el Bara el que sale tocado y dividido de una asamblea que volvi a dejar claro el carcter diletante de Rossell.

Por un lado, anim a la caza judicial de Laporta y por otro se present como un Salomn azulgrana abatido por dudas insuperables. Se refiri a los excesos y la irresponsabilidad de su antecesor, a la vez que reconoca los excepcionales logros obtenidos en los ltimos aos. Trat de presentarse como el lder de la transparencia, pero iti que el Bara corra un grave riesgo de fractura. Esa idea de un hombre torturado por la magnitud de su cargo resulta nefasta. Las instituciones fuertes necesitan un liderazgo fuerte, no personajes divisorios caracterizados por la ambigedad.

Es muy dudoso el beneficio que puede sacar el Bara de una situacin que se convertir en muy desagradable, pero si Rossell estaba tan empaado en levantar las alfombras del Bara y cargar judicialmente debera haber actuado con firmeza y coherencia. El resultado de su empeo se observ en la votacin. La asamblea depar una imagen de club partido por el eje, dividido por un asunto que tendr malas consecuencias en todos los aspectos: internos, sociales, mediticos y seguramente deportivos. Horas ms tardes, el Bara retrat simblicamente esta situacin. En la primera parte frente al Valencia fue un equipo desvitalizado, sin vigor, dubitativo. Pareci preso de una extraa melancola. Pareci el equipo de un club triste, el Bara que haba salido fracturado de la asamblea.

Lo que caracteriz a Rossell fue la debilidad. No parece lo ms prudente recrearse en el pasado, pero hasta los errores tienen una buena defensa. Poda generarle la etiqueta de hombre honesto, aunque de dudoso liderazgo. Pero ni tan siquiera emergi como un gobernante de trapo. Cuando lleg el momento de decidir la cuestin ms crtica del Bara en muchos aos, Rossell se abstuvo, el peor refugio de un dirigente. Hizo con Laporta lo que pretenda hacer con Cruyff: erigirse en ltigo y esconderse despus. No lo ha conseguido. La asamblea deja al Bara terriblemente dividido y a Rossell como un indeciso de conveniencia. Es decir, sin la fibra de lder.

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