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Cuando acabó el partido, Gran Canaria cambió su amarillo habitual por el verde del equipo que había conquistado la Copa. El Unicaja estalló en una celebración loca en la que se pudo ver al equipo, subido en el podio, levantando el trofeo al cielo canario o a Alberto Díaz, olvidando los problemas físicos que le impidieron estar más tiempo en la pista, cortando la red de la canasta, el ritual que todo capitán debe ejercer cuando su equipo toca la gloria.
También se vieron imágenes de los jugadores bailando, con sus trofeos, la réplica de una Copa inolvidable, o el gesto de Osetkowski, acercando la Copa al público para hacer partícipe a la afición de ese hermoso triunfo. La Copa ya es historia, y esa historia la ha escrito el Unicaja con letras de oro... una vez más.
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